miércoles, 12 de marzo de 2025

EL QUINTO DETENIDO Y LAS FUERZAS VIVAS, UN POEMA "PERIODÍSTICO" DE ANTONIO MACHADO




Poema de Antonio Machado tal como apareció impreso en la página 35 de la revista La Lectura de las ciencias y las artes, número de septiembre de 1920

Félix Población

Cuando trata de imaginarse el lector de hoy los motivos por los cuales Antonio Machado escribió y publicó en el número de septiembre de 1920 de La Lectura, revista de ciencias y artes, en la que colaboraba al menos desde 1909, uno de sus poemas menos conocidos, ignorado en algunas antologías de mi tiempo de lector adolescente, podría llegar a pensar, sabiendo lo que ocurrió después con nuestro país en guerra, que quizá lo hizo el poeta con el presentimiento del porvenir trágico que presagiaba el suceso que lo inspiró.

Se basa don Antonio para sus versos, titulados El quinto detenido y las fuerzas vivas, en una información de los que entonces se llamaban crímenes sociales, publicada en el diario vespertino La Voz, editado en Madrid, a propósito de un episodio trágico que tuvo lugar el 23 de agosto de 1920 en Zaragoza: "El quinto detenido -dice La Voz del 24 de agosto-, al dar cuenta del triple crimen de Zaragoza,  perpetrado por un obrero, que dijo llamarse  Inocencio Domingo-, es un individuo que se presentó en la comisaría llevando comida para Inocencio". De ahí la calificación de "periodístico" que figura en el titular.

Lo que en concreto se lee al respecto en el citado diario, que dedica a la noticia un amplio espacio tipográfico a cuatro columnas en las tercera página, es que una vez detenido el autor de los disparos, los guardias evitaron que el público se arrojara sobre él con intenciones agresivas. Conducido a comisaría, fue sometido a un largo interrogatorio e identificado como Inocencio Domingo de la Fuente, natural de Sama de Langreo (Asturias), un hombre como de 28 años, de complexión robusta y actitud retadora. Residente en Zaragoza desde hace tres meses, trabajó de albañil, aunque esos días no tenía ocupación laboral. 

Es en el siguiente ladillo de la información en donde encontramos las líneas que introducen el poema de Antonio Machado en la revista La Lectura de ciencias y artes: "En la comisaría ingresaron también otros cuatro detenidos, cuya participación en el hecho no está demostrada. Formaban un grupo en la Plaza de la Constitución y unos militares les oyeron decir, momentos después de cometida la agresión: "Bien muertos están". El quinto detenido es un individuo que se presentó en la Comisaría llevando comida para Inocencio".

El atentado tuvo lugar durante la huelga que convocaron en Zaragoza los metalúrgicos y electricistas, un conflicto que originó graves problemas en el abastecimiento de luz de la capital aragonesa. El deterioro de la situación llegó al extremo  de preocupar al gobierno central, ante la negativa de negociación por parte de la patronal y la firmeza de los sindicatos de trabajadores durante todo aquel año , con una gran actividad anarcosindicalista en la capital aragonesa. Era muy importante la presencia de organizaciones obreras como la Federación Local de Sociedades Obreras y la CNT. Cuatro funcionarios municipales se habían ofrecido al Ayuntamiento para reparar algunas de las farolas averiadas, según la versión del diario conservador Heraldo de Aragón. Se trataba de José Yarza, arquitecto, el ingeniero César Boente y los escribanos Joaquín Octavio  de Toledo y Tomás Ezcárraga. 

Mientras los mencionados trabajaban en labores impropias de sus cargos, un hombre de baja estatura, moreno, de cara ancha, ojos pardos, boca grande y con una cicatriz en la ceja derecha, siempre en la versión del citado periódico, observaba a los funcionarios municipales agazapado en un evacuatorio, hasta el momento en que empuñó una pistola y disparó por la espalda sobre tres de ellos, Yarza, Boente y Octavio Toledo, que fallecieron casi de inmediato, a pesar de prestarles auxilio con diligente rapidez.


En las memorias del fiscal José Luís Galbe quedó recogida otra versión, según la cual Inocencio Domingo de la Fuente salió en defensa de una mujer que estaba siendo insultada por los esquiroles tras echarles ella en cara su despreciable trabajo. Inocencio, según esta versión, se encaró con ellos, sacó su pistola y disparó nueve veces alcanzado a los tres empleados en el corazón. La versión recogida por otros periódico de la época, tras el juicio contra Inocencio, iba en una línea similar: según sus declaraciones Inocencio les echó en cara a los empleados el que actuaran como esquiroles y tras los insultos y amenazas sacó su pistola y disparó. Por otra parte, hay historiadores que vinculan a Inocencio con un grupo de acción de Zaragoza, los Indomables, lo que restaría justificaciones de casualidad al atentado.

"Después del tiroteo, Inocencio emprendió la huida pistola en mano. Tras recorrer el Coso y tirotear, sin acertar, frente al Casino a un guardia que lo intentó detener, se ocultó en una casa de la Plaza Santa Ángel. En seguida fue descubierto, detenido y trasladado a comisaría donde fue brutalmente torturado. El principal periódico de la ciudad, el ultraconservador Heraldo de Aragón, negó las torturas y atribuyó las graves lesiones a una supuesta locura que le llevó a “tirarse al suelo y golpearse la cabeza contra los muebles, produciéndose algunas contusiones”.

El conflicto en Zaragoza se prolongó algunos semanas más, con la dimisión del alcalde y la ilegalización de los sindicatos a cargo de las fuerzas vivas, que cerraron y asaltaron los locales, hasta que tomó posesión de su cargo el nuevo gobernador civil el 14 de septiembre, fueron repuestos en sus cargos los concejales  inhabilitados y se reabrieron los centros obreros. A Inocencio Domingo de la Fuente se le impusieron tres cadenas perpetuas, rebajadas luego a 90 años. Fue excarcelado tras la proclamación de la segunda República en 1931, pasando a residir en Francia después de la Guerra Civil. Allí fue detenido durante la ocupación nazi, sin que volviera a España una vez terminada la segunda Guerra Mundial, pues falleció en 1966 en una residencia de ancianos francesa.

La profesora Pilar Bellido Navarro, de la Universidad de Sevilla, escribió hace años un artículo académico a modo de comentario de texto sobre el poema de Antonio Machado, basado en un episodio histórico inmediato y que se incardina en la visión de España que tuvo su autor. La pugna que suscitó entre los aragoneses estar a favor o en contra del pistolero, es para Machado la de la propia España, mientras que el gesto humanitario del hombre que acude a dar de comer al detenido representa la solidaridad y humanitaria atención del pueblo al detenido, frente a los odios enfrentados y acaso la esperanza en un país mejor. La paradoja es que también ese hombre de rostro mal rapado acaba detenido, junto a cuatro más que ya los estaban por haber comentado ante los guardias "que bien muertos estaban" las víctimas. 

Es ese personaje que se presenta en la comisaría llevando comida para Inocencio, según leyó don Antonio en el diario La Voz, el que ilumina el final del poema por su carisma generoso, en medio del tumulto de gente excitada y enfrentada. Para el poeta representa posiblemente el hombre de la España nueva, solidario y humanitario, a la que aspiraba el maestro Francisco Giner, tan admirado por quien había estudiado en la Institución Libre de Enseñanza, según dejó escrito en un poema.

Para la profesora Bellido Navarro, Cesaraugusta, es decir, Zaragoza, representa el país real sumido en unos males endémicos que van más allá de la lucha de clases. El fratricidio, las agresiones de unos contra otros tienen para Machado una explicación fundamentalmente caracterológica y, en este sentido, se convierte en una constante histórica. El poeta no ve en los sucesos de Zaragoza la pugna de una clase contra otra, sino a todo un pueblo golpeándose entre sí. Es Cesaraugusta toda la que tiene: “Ira y sangre en las manos / ira y piedad...”.

El quinto detenido y las fuerzas vivas es un poema coyuntural, vinculado en esta ocasión a una información periodística que debió afectar a don Antonio, muy posiblemente porque en esa noticia encontró las que va a ser en lo sucesivo las claves de la obra machadiana sobre su país hasta el final de sus amargos días en el exilio, obsesionado por la sombra errante de Caín y su esperanza en la España de Giner: ¿Murió?... Sólo sabemos/ que se nos fue por una senda clara,/ diciéndonos: Hacedme/ un duelo de labores y esperanzas./ Sed buenos y no más, sed lo que he sido/ entre vosotros: alma./ Vivid, la vida sigue,/ los muertos mueren y las sombras pasan;/ lleva quien deja y vive el que ha vivido./ ¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas!.

DdA, XXI/5.929

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