David Torres
Este febrero ha vuelto
a abrirse la veda de Pablo Iglesias (paolum podemitum), un raro
espécimen que creíamos prácticamente extinguido y cuya cacería ha vuelto a
hacer las delicias de los entusiastas de este escurridizo ejemplar. A Pablo
Iglesias han intentado abatirlo mediante portadas, telediarios, cloacas
policiales, periodistas a sueldo, jueces de alquiler, Indas, Marhuendas,
Quintanas, Ferreras, e incluso dispusieron una batida de meses en su domicilio,
acosando a su mujer -Irene Montero, monteris irenae, otra disputada pieza
de caza- y a sus hijos, pero no hubo manera. Se conoce que es un bicho muy
resistente, aunque quizá no tanto como los que siguen empeñados en acabar con
él y colgar su piel de un palo a la entrada de un chalet de Galapagar.
Primero le intentaron
defenestrar el partido, después la televisión, ahora van a por la taberna. Lo
de dinamitar Podemos casi lo consiguen, hay que reconocerlo, tanto que
celebraron con champán la dimisión de su líder y los posteriores ninguneo y
desmembramiento de las siglas originales en un sucedáneo de izquierdas. Al fin
y al cabo, es el mismo mecanismo de absorción intestinal con el que durante
décadas el PSOE ha deglutido cualquier opción que amenazase su lugar en el
tentetieso. Pero no contaban con que los podemitas son tan indómitos y
tozudos como su fundador, y ahí siguen, sobreviviendo a la mixomatosis
esparcida a diario desde radios, televisiones y periódicos.
Iglesias se metió a
tabernero como un revolucionario desencantado que decide tomarse un decenio
sabático. A lo mejor pensó que iban a dejarlo en paz, que se dedicarían a
pescar truchas. A fin de cuentas, la Taberna Garibaldi parecía únicamente
un santuario, un zoológico donde contemplar en su hábitat natural algunas
especies en vías de extinción: cantautores, poetas, feministas irredentas,
comunistas recalcitrantes, anarquistas nostálgicos. Sin embargo, alguien cayó
en la cuenta del peligro que tiene una taberna, pensando que cualquier día de
estos Pablo Iglesias podía ponerse en plan Rick Blaine -el personaje
de Humphrey Bogart en Casablanca- y organizar otra vez el germen
de la resistencia contra los nazis a base de servir cervezas.
No hay que olvidar
que Casablanca, la película de 1942, cuenta en clave hollywoodiense la
historia de un tabernero estadounidense que no quiere meterse en líos: más o
menos la misma situación en la que se encontraba el presidente Roosevelt tras
el ataque a Pearl Harbour y todavía reacio a enfrentarse directamente a Hitler.
Roosevelt vio la película poco antes de Nochevieja, en una sesión privada, y
apenas unos días después, en enero de 1943, voló hasta Casablanca -la
ciudad, no la película-, a una conferencia con Winston Churchill y Charles
de Gaulle, para cambiar en un audaz golpe de timón su política de no
intervención frente a la máquina de guerra nazi. Nunca una simple película
de propaganda fue más eficaz ni tampoco más hermosa.
Difícil que el milagro
se repita, pero algo había que inventar que desmantelara ese nido de sedición
en Lavapiés, por lo que de inmediato unos cuantos palmeros y voceros de la
derecha se inventaron la noticia de que unos cuantos trabajadores de la Taberna
Garibaldi protestaban por los bajos salarios y los turnos abusivos, trola que
fue propagada a los cuatro vientos y desmentida en seguida mediante un
comunicado firmado por el administrador, Carlos Ávila. Cabreados por haber
errado el tiro, los cazadores se volvieron a sacar de la manga unos
supuestos pagos de empresarios iraníes a Pablo Iglesias -un embuste que se
repite año tras año, como la Semana Santa- sin caer en la cuenta de que, a día
de hoy, Vox es el único partido financiado por dinero sucio procedente de
Irán. La patochada recuerda aquella fastuosa información de ABC que,
en febrero de 2015, desvelaba que Iglesias y Errejón iban a repartirse la
pasmosa cantidad de 600 euros por impartir un curso de dos semanas en la
Universidad de Valencia.
Aun así, este mismo
sábado, Lola Sánchez, ex diputada de Podemos, volvía con el sonsonete del
narcisismo y el machismo insufrible de Pablo Iglesias, un chismorreo que fue
amplificado de inmediato por Libertad Digital, El Español y
otros medios por el estilo. Un bulo detrás de otro, una ofensiva mediática en
toda regla que hace sospechar si no temen que Pablo Iglesias regrese al ruedo
político -algo bastante inverosímil, al parecer- aunque seguramente se debe más
bien al miedo que provoca el ascenso de Podemos en las últimas encuestas.
Raro será que, sin más pruebas que un rastro de mierda en un periódico, algún
juez no decida meter mano y hacer otro espantoso ridículo que irá a parar una
vez más a la fabulosa colección de treinta y pico querellas archivadas. Pero la
caza es la caza.
DdA, XXI/ 5.911 PÚBLICO
No hay comentarios:
Publicar un comentario