Olaya Aguirre Lij
Ayer fui a ver la presentación de unos libros de poesía de dos poetas que apenas he empezado a admirar ahora porque antes no los conocía. Los libros que presentaron fueron «La tibia mano de mi hija», de Francisca Aguirre, y «La historia del movimiento obrero de las hormigas» de Juan Carlos Mestre. Ambos de la colección Ut pictura poesis de la editorial KALANDRAKA.
Fui con la intención de escuchar recitar unos preciosos poemas y salí de allí con el asombro en la boca.
Primero por el propio Juan Carlos Mestre, qué persona más peculiar con su voz grave ocupando toda la sala, con su aire de gravedad, su ahondar en cada respuesta, su intensidad... Como dijo Jesús Marchamalo, que estuvo allí en calidad de presentador, le haces una pregunta corriente y te escribe un libro, tal es la profundidad y la intensidad de cada respuesta. A mí me parecía que con cada palabra estaba escribiendo poesía. Habló con verdadero cariño y admiración de Francisca y su hija Lupe, que acompaña magistralmente con sus collages el poemario de la primera. Habló también de sí mismo y de la poesía.
También estuvo Raquel Ramírez de Arellano, que ha escrito los epílogos a los poemarios y ha hecho la selección de poemas. También contó muchas cosas muy interesantes. Me quedo con lo que dijo de que para ella la poesía es un secreter lleno de cajones donde se guardan secretos. El misterio de la poesía. El decir sin decir del todo.
Pero los protagonistas eran otros. Una autora, Francisca Aguirre, a la que la época que le tocó vivir no le dejó ser quien realmente estaba destinada a ser, una escritora de renombre. Un autor, Juan Carlos Mestre, comprometido con una forma de ver y hacer las cosas. Ambos moviéndose en el territorio de la memoria y de un pasado que hizo mella en ellos de manera muy profunda. Muy pronto hablaré de sus poemarios.
DdA, XXI/5.912
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