Félix Población
Leo en el diario La Opinión/El Correo de Zamora, de lejana memoria profesional, que la doctora María Ángeles Grajal, zamorana ella, que cursó magisterio y medicina en Salamanca, ha escrito las memorias póstumas de su esposo, el torero Jaime Ostos, y que el libro ha escandalizado por razones personales a los hijos del diestro, pretendiendo hacer lo propio con la sociedad española a costa del rey emérito. Pero nada nos puede escandalizar ya de Juan Carlos I, por mucho que la autora lo haya pretendido, posiblemente para vender una biografía que de otro modo habría pasado sin pena ni gloria. Tampoco el currículum de Grajal como escritora garantiza otra cosa: Yo me asomé al escote del Viti, Severo Ochoa, el hombre y el Nobel que yo conocí, En busca del capote perdido...Y ahora este Jaime Ostos sin filtros, donde cuenta que cuando Juan Carlos de Borbón era Príncipe de Asturias y Ostos toreó en la plaza de La Misericordia de Zaragoza, príncipe y torero, como en los tiempos de la más rancia corte de los milagros de la España cañí, se fueron de cama redonda a un confortable hotel de Zaragoza con dos vedetes. Obviamente, de inmediato esta confidencia póstuma ha saltado a los medios, llegando a insinuar un colaborador del programa de Barceló, en la SER, que el príncipe pudo probar esa noche rabo de toro, mientras otro colaborador, en otro estudio o plató de los de cotilleo, llegó a referirse a un roce de cachete. Ya tiene la doctora Grajal, especialista en neumología, servida la propaganda de modo generalizado y gratuito para su libro. Aunque me parece que ni así va a interesar al respetable, porque ni el fallecido Ostos ni el huido Borbón emérito tienen ya capacidad alguna para resultar interesantes. Incluso si, para mayor énfasis publicitario, algunos de esos tertulianos que van del rosa al amarillo en los platós del cloqueo encontrara el testimonio, indudablemente noticiable, de alguna de las dos ancianas ex vedetes mañas. Mediáticamente sería el no va más contar con la versión de dos activas protagonistas de aquella saturnal en pelota viva entre un torero y un príncipe Borbón, entre cuya dinastía contó la tauromaquia con aquel rey felón que, además de irse de putas, hizo del toreo cátedra universitaria después de cerrar las de los saberes.
DdA, XXI/5.913
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