"El mundo de los jueces en México es cerrado, endogámico, trufado de nepotismo y con abundantes conexiones con intereses políticos y económicos. Sheinbaum continúa la reforma de Obrador. La reforma es compleja, pero baste decir que, entre otras cosas, los jueces y los magistrados serán elegidos por votación popular. El gobierno de México dice alto y claro que el poder judicial es un órgano político sin control democrático, que sirve a intereses conservadores cada vez más radicales y que está minando el poder político democrático. En España se finge que hay independencia judicial, pero el poder judicial es, como en México, una instancia política activa en la persecución de gobiernos, políticos y leyes progresistas".
Enrique del Teso
Mckinsey and Company dice,
de la forma rebuscada en que se dicen las cosas con números, que las empresas con
mayor diversidad étnica y cultural tienen un 35% más de probabilidad de estar
por encima de la media en rendimiento financiero. En plata: mezclar a gente de
distintas procedencias, hábitos y estilos de formación favorece la innovación y
la creatividad. Difunden este dato plataformas como Vorecol, dedicada a la
formación empresarial. Entre las empresas que estimularon esta diversidad
cultural en sus plantillas se citan Google, Ikea y Pixar. No les dio un ataque woke,
lo hicieron para impulsar la innovación. A principios del s. XX unos cuantos
productores de cine de distintos países y razas se refugiaron de los grandes
caciques cinematográficos en un suburbio de los Ángeles que había sido poblado
en tiempos por los indios cahuenga y cherokee, según noticia de Gubern. El
suburbio se llamaba Hollywood. Ya saben cómo acabó aquello. T. Deacon dice que
no es raro que grandes hallazgos se hayan debido a gente ajena al campo del
descubrimiento. La dificultad de un problema depende de su
complejidad, pero también de las predisposiciones del observador. «Los expertos
a menudo están demasiado familiarizados con un problema para verlo de una
manera novedosa». La mezcla agita.
No es un asunto menor, entonces, que el padre
de la presidenta de México, Sheinbaum, fuera un químico judío de padre lituano
y su madre una bióloga de padre búlgaro. Tampoco es menor que ella misma sea
física, con una tesis doctoral sobre energía e investigaciones sobre el cambio
climático. Es además la primera mujer que preside México. Diversidad,
conocimiento y mujer, donde antes no había mujeres. No es poco.
Sheinbaum pasa a los mandos del coche en el
que ya viajaba: el exitoso y reconocido Morena (Movimiento de Regeneración
Nacional) de López Obrador. No vamos a entrar en detalles sobre Morena, pero sí
se pueden recordar algunas cosas: que todo político ha de ser pragmático y
ceder, pero que debe ser reconocible, debe verse adónde quiere llegar; que la
izquierda solo puede vencer siéndolo, la justicia social es la de la mayoría y
la mayoría reconoce a sus representantes cuando se siente representada; que
cuando la izquierda se llena de tacticismo demoscópico y deja de ser reconocible,
la gente acaba viendo más empática con su malestar una motosierra o una pija hablando
de terrazas y cañas; que los ricos atacarán a la izquierda y tienen los medios
y que eso ya se sabe. Hay que enfrentarlo y no quedarse en melancolía y
victimismo. En ese coche viajaba Sheinbaum.
Y lo acelera. Dos aspectos de Sheinbaum deben
merecer atención desde España: el imperialismo y el lawfare. Con
respecto al primero, López Obrador pidió al Rey una disculpa simbólica por la
actuación colonial de España en México. El Rey no dio respuesta y por eso no
fue invitado a la toma de posesión de Sheinbaum. Sánchez declinó su invitación
por el supuesto desaire institucional. Las dos partes tienen su razón, pero hay
más huevos en la cesta del gobierno mexicano. La razón que tiene España es que
la condena y consiguiente disculpa por la barbarie colonial tiene algo de
anacronismo. Sería absurdo condenar la Constitución de Cádiz como machista
porque no permitía el voto a las mujeres. En el contexto de la época era
progresista. El anacronismo consiste en proyectar valores actuales a tiempos
pasados donde los valores eran otros. Hasta 1960 la ONU no emitió un documento
y un mandato que calificó el imperialismo como debe ser percibido hoy: un
horror. Sin embargo, con el nuevo nacionalismo reaccionario, y empezamos a
poner huevos en la cesta de México, hay que recordar que es peor el anacronismo
inverso, el de proyectar valores superados del pasado sobre el presente. Peor
que llamar machista a la Constitución de Cádiz es pretender quitar el voto a
las mujeres hoy. Y peor que culpar a
España de lo que en la época se consideraba heroico es pretender hoy que
aquello fue heroico. Es una emoción muy cultivada ahora; y de eso sí debe
sentir rubor España, porque sí es afrentar a México presumir hoy de los
estragos imperiales. Este imperialismo, por lo demás patético, no choca con el
gobierno de México ni con la izquierda. Choca con la ONU, con las naciones de
la Tierra. Si la fórmula de pedir perdón es incómoda, España puede reafirmarse
en sus posiciones en la ONU de rechazo a los procesos coloniales. Debe hacerlo
por haber sido una potencia colonial, por alejarse del actual embeleso por la
barbarie imperial y porque en 1960, con Portugal, Reino Unido y Francia, no
votó la resolución de la ONU a la que aludimos. Fue poco a poco y a regañadientes
asumiendo la condena planetaria del imperialismo. No está fuera de lugar que
España enfatice su posición con la ONU. La callada por respuesta de la Corona
no fue un gesto amistoso. Esta es una cuestión en que conviene tener las ideas
firmes, porque el imperialismo vuelve amenazante. Dijo Enric Juliana que Trump
solo hizo un cómic para brutos con los propósitos de todo el stablishment
americano, demócratas incluidos. Sheinbaum ya tuvo que tener su primera firmeza
retórica a los bramidos imperiales de Trump. Y con buen tino. Sheinbaum sabe que
no hay políticas bien hechas y mal comunicadas y que la comunicación no es el
márquetin con el que se engaña, es hacer sentir a la gente que se le está hablando, la primera
señal de respecto que se le da. Ante lo que viene hay que tener preparada la
primera línea de defensa: claridad en las ideas y firmeza en las convicciones.
El segundo aspecto es la continuación de la batalla de Obrador contra el lawfare. La separación de poderes se suele reclamar con la expresión «independencia judicial». Se supone que es a los jueces a los que hay que proteger del poder político, es a los gobiernos a los que hay que frenar para que no mangoneen a quienes tienen que aplicar la ley, precisamente para que los gobiernos no estén por encima de la ley. Lo que no se previó es que fueran los jueces la herramienta para derribar gobiernos legítimos usurpando la voluntad popular. Eso es el lawfare. López Obrador vio una y otra vez obstaculizadas o revocadas sus reformas. El mundo de los jueces en México es cerrado, endogámico, trufado de nepotismo y con abundantes conexiones con intereses políticos y económicos. Sheinbaum continúa la reforma de Obrador. La reforma es compleja, pero baste decir que, entre otras cosas, los jueces y los magistrados serán elegidos por votación popular.
El gobierno de México dice alto y claro que el poder judicial es un órgano político sin control democrático, que sirve a intereses conservadores cada vez más radicales y que está minando el poder político democrático. En España se finge que hay independencia judicial, pero el poder judicial es, como en México, una instancia política activa en la persecución de gobiernos, políticos y leyes progresistas. Son notables los datos de H. Goofriend y A. Main en la revista The Progressive sobre los artículos alarmados en The New York Times, The Washington Post y The Economist. Alertan de que el poder político en México vaya a controlar al judicial. Hay tensión diplomática con EEUU y Canadá, todos preocupados por la democracia mexicana. Qué raro tanto dolor por una reforma del poder judicial en un país extranjero. El poder económico clama también por la democracia y, singularmente, grandes empresas extranjeras de tres sectores afectados por las reformas que los jueces habían bloqueado a Obrador: la prohibición del maíz transgénico, la del fracking y la de las minas a cielo abierto. La reacción hostil de los dos países del norte y del poder económico pone negro sobre blanco lo que había detrás del lawfare. Los jueces, impunes y sin control democrático, eran una garantía de contención de la agenda progresista y de salvaguarda de intereses económicos. Como aquí. La democracia progresa con Sheinbaum en un punto y un momento delicados de la escena internacional. Si Sánchez quiere ser el contrapunto de los movimientos reaccionarios, que elija bien sus compañías y sus complicidades.
DdA, XXI/5.886
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