jueves, 9 de enero de 2025

NO SABER NADA DE LA GUERRA CIVIL ABONA EL AIRE PELIGROSO QUE RESPIRA EUROPA

La mayoría de los alumnos no sabe nada de aquello. Y su visión del pasado, en medio de la hipertrofia de información de Internet y las redes sociales, tiene poco que ver con libros y pupitres. Esa ignorancia es un terreno abonado para los tópicos, los mitos, las proclamas populistas y la exaltación nacionalista, el aire peligroso que respiramos en Europa.


Carlos Gil Andrés

Ocurrió hace algún tiempo. Dos personas conversaban en una cafetería. Una de ellas decía, enojada: «¿Por qué no dejan en paz a los muertos de una vez? ¡Todavía con la guerra!». Pensé que me iba a quedar sin empleo. Un profesor de historia no hace otra cosa que hablar de muertos. Me pregunté después por el sentido de mi trabajo. El cómo y el porqué de la enseñanza de la Guerra Civil.
El primer problema es llegar a ella. Los programas de Historia, dominados por la cronología, son inabarcables. En 4º de ESO hay que hacer un esfuerzo titánico para dedicar dos o tres sesiones. Nombres, mapas, fechas y cifras que deshumanizan a los muertos reales. Lo que contamos pasa por los alumnos como la luz por el cristal, sin dejar huella. La Historia de España de 2º de Bachillerato, cautiva de la Selectividad (PAU), obliga a estudiarlo todo. El profesor es un preparador de un examen externo. La contienda española se queda en unas cuestiones que los alumnos memorizan con resignación, el castigo de algún pecado que cometieron sus padres. Además, la Segunda República aparece casi siempre unida a la Guerra Civil, como si el conflicto bélico fuera una consecuencia inevitable. Y en muchos libros sigue vigente el relato de la «locura trágica» que predominó al final de la dictadura y en la transición. Una guerra fratricida, un fracaso colectivo, sin causas ni responsables. Mejor olvidar y pasar página. ¿Para qué estudiarla, entonces?
La actual Ley de Educación (LOMLOE) ha llegado con la ambición de cambiar las cosas. Los contenidos quedan relegados en favor de las competencias. Analizar, comprender, comunicar, tomar conciencia. En la ESO la Guerra Civil estaría en uno de los saberes básicos, «Los conflictos políticos y sociales de la España del siglo XX». La Historia de España de 2º de Bachillerato, centrada en la Edad Contemporánea, sigue vinculada a una PAU que está en veremos. La Guerra Civil se asocia a su causa inmediata, el golpe de Estado de 1936, y a su principal consecuencia, el Franquismo. Y aparece la memoria democrática (la conciencia del pasado traumático, el reconocimiento de las víctimas y las políticas de memoria). Los alumnos ―dice el legislador― deben manejar de manera crítica las fuentes, conocer los métodos y marcos teóricos historiográficos, establecer conexiones causales, elaborar síntesis interpretativas y comprender su relación con el presente.
El profesor de historia, hasta aquí tal vez esperanzado, ahora frunce el ceño. ¡Todo eso! ¿Cuándo? Sabe que una cosa son las programaciones (ha visto pasar muchas) y otra la práctica docente. Observa que los libros apenas han cambiado. Y que en las «situaciones de aprendizaje» el conocimiento es una breve introducción, a veces un esquema en una diapositiva. Como una pastilla de toma única. Por el cedazo por el que se criban los contenidos memorísticos se cuela también el saber histórico.
La Historia se enseña y se aprende con trabajo y dedicación. El conocimiento se adquiere con esfuerzo y compromiso, no hay otra. La reflexión intelectual y el pensamiento crítico nacen de la lectura y precisan mucho tiempo. Sobre todo con alumnos que cada año sufren más para leer, comprender y escribir textos complejos.
Estamos ante un tiempo nuevo. La memoria viva de la Guerra Civil se extingue. La guerra de los abuelos es ahora la de unos bisabuelos desconocidos. La mayoría de los alumnos no sabe nada de aquello. Y su visión del pasado, en medio de la hipertrofia de información de Internet y las redes sociales, tiene poco que ver con libros y pupitres. Esa ignorancia es un terreno abonado para los tópicos, los mitos, las proclamas populistas y la exaltación nacionalista, el aire peligroso que respiramos en Europa. Pero también es una oportunidad.
Cada clase es una ocasión única. Para explicar, con rigor y honestidad, sin trincheras ideológicas, sin hacer del pasado un campo de batalla, que la contienda española fue la primera guerra civil total en la barbarie del siglo XX. Que España no quedó al margen de la brutalidad extrema y la violencia masiva impulsadas por los totalitarismos. Y que ese conocimiento tiene aspiraciones éticas y políticas. Nos hace responsables del presente. Está vinculado a nuestra democracia, a los valores de la Unión Europea y a los derechos humanos surgidos de aquella barbarie. ¿Hay alguna causa que merezca más la pena?

EL PAÍS

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