EDITORIAL
Murieron 231 personas, y aún hay cuatro desaparecidas. Fue un “episodio extraordinario” que provocó acumulativos históricos de lluvia, superando los 300 mm en una amplia área del interior de la provincia de València, según constató la Agencia Española de Meteorología (Aemet). Especialmente llamativos fueron los registros de la estación próxima a Turís: registró en una hora 185 mm, 621 mm en seis horas. Fueron un nuevo récord de las mediciones de Aemet.
La realidad es que en 2024 vamos a crear otro récord del absurdo: 41.600 millones de toneladas de CO2, según el informe del Global Carbon Project presentado en la fallida Cumbre del Clima de Bakú de noviembre. Son mil más que en 2023, cuando debíamos llevar un ritmo de reducción del 7,6% desde el año 2000.
No nos lo pueden dejar más claro, ni la comunidad científica ni el clima del planeta, pero hacemos el mismo caso que Mazón a los avisos de la Aemet: ninguno. Ni puto caso. Un ejemplo cercano: el plan de descarbonización español para 2030 —el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), que está por ver si consigue cumplir— habla de reducir las emisiones un 32% respecto a 1990, cuando la ciencia deja claro que debería ser un 55%. Por eso cinco organizaciones han llevado al Estado ante los tribunales en el Juicio por el Clima, recientemente reactivado por el Tribunal Constitucional. Y esto es España, un país que se rige por una Unión Europea que, si bien es una de las locomotoras de la lucha climática global, no lo es lo suficiente, y pinta que lo va a ser menos en el futuro visto el nuevo Parlamento escorado hacia el negacionismo. Imaginemos China, EE UU, India o Rusia.
No nos gusta ponernos apocalípticos, pero vamos hacia el abismo. Hacemos progresos, pero damos demasiados pasos atrás. Frenar la crisis climática debe ponerse como el principal objetivo de la humanidad. Por encima de todo, incluso de su sistema económico, ese capitalismo que antepone el egoísmo y el beneficio por encima de todo. No habrá dividendos en un mundo en llamas, no habrá bonus en un mundo invivible. No somos agoreros, lo dice la ciencia. Quizá podíamos empezar por casa, y poner unos objetivos de descarbonización del PNIEC no ya al 55%, si no quizá al 65%. Lo hemos dicho demasiadas veces: nos va la vida en ello.
EL SALTO
No hay comentarios:
Publicar un comentario