Félix Población
Ya ni recuerdo la vez que vi, representada por una compañía cuyo recuerdo también he perdido, Historia de una escalera, la obra de Antonio Buero Vallejo estrenada hace 75 años como una de las más adelantadas en su tiempo para un país aún de posguerra y firmes represiones. Sí tengo idea de que antes la pude conocer a través de aquel magnífico Estudio 1 de TVE que tanto hizo a favor del teatro en unos años en que eran ocasionales las oportunidades de verlo en los escenarios de las provincias. Mucho más tarde, en los años ochenta, tuve oportunidad de hablar con su autor sobre esta obra y las que escribió a lo largo de su trayectoria y que también me permitieron oportunidades de diálogo con el dramaturgo, algunas muy gratas. Por todo esto y por el mucho tiempo que hacía de mis escapadas a Madrid para ver teatro, acudí a la función de Historia de una escalera ofrecida en el Teatro Español con más ilusión de la quizá debida. Ni nuestra época es la de las representaciones de la obra que se pusieron en escena durante la dictadura, ni el asunto del libreto, tal como fue concebido, el que más podría interesarnos ahora. Puede que una versión del mismo, adaptada a estos tiempos de precariedad laboral, especulación inmobiliaria y desahucios, habría sido más estimulante. También, una mejor dirección por parte de Helena Pimenta, que moviera al elenco actoral con una dinámica algo menos estereotipada o consabida, obligando a los actores y actrices a una naturalidad postural que en algunos caos resulta demasiado impostada y que tampoco se alivia con la falta de convicción dramática por parte de algunos de ellos en la interpretación de las escenas que la requieren. Siento decir que, tal como se nos ha ofrecido esta Historia de una escalera, el resultado sólo es discreto, tirando a mediocre, sin que responda a lo que el diario El País ha calificado con manifiesto exceso de ponderación como El escalofriante retrato vecinal de Historia de una escalera, titular que no es en absoluto reflejo de la función del pasado sábado -en la que además un actor y una actriz fueros sustituidos-, a pesar de los aplausos del respetable y las reiteradas veces en las que salieron a saludar los actores y actrices.
DdA, XXI/5.992
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