María Clara GONZÁLEZ DE URBINA: “Corceles de fuego” en Pasajeros del viento. Poemas (1993-1995) (1996).
José Ignacio Fernández del Castro
Vivimos en un mundo en el que casi todo nos duele… Como nos duele ver esa ceremonia de entronización de los amos del dinero (varones blancos heterosexuales que, como muestra el informe anual de Oxfam, han acrecentado su riqueza durante 2024 en más dos millones de dólares por día), Trump mediante, mientras, cohorte ultra y guiños nazis aparte, anuncian persecuciones sin cuento para todo aquel ser humano que pretenda combatir la precariedad vital a la que le condenan buscándose la vida cerca de sus tronos… Un mundo, en fin, donde cada mirada descubre nuevas sombras en cada instante, donde la corrupción es la norma y, para abaratar su coste, parece que lo que viene es la gestión directa de los asuntos públicos por los magnates, ahorrándose así el pago a “políticos interpuestos”... Un tiempo presente, cuando el siglo veintiuno dobla ya su primer cuarto, que, por desgracia, ha desarrollado al límite el siniestro retrato que de la centuria anterior hiciera el gardeliano tango “Cambalache” (que Enrique Santos Discépolo escribiera en 1934 para la película El alma del bandoneón)… Y es que, a fin de cuentas, “hoy [y cada vez más] resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor, / Ignorante sabio o chorro, / generoso o estafador. / (...) Es lo mismo el que trabaja / noche y día como un buey, / que el que vive de los otros, / que el que mata, que el que cura / o está fuera de la ley”...
En suma, tras la torticera interpretación del “todo vale” postmoderno por el espíritu neoliberal de los tiempos (travestido de “nacionalismo de conveniencia” cuando el populismo reaccionario y las urgencias electorales lo demandan), está claro que el lema es “No pienses mas, / sentate a un lao, / que a nadie importa / si naciste honrao”, porque lo vemos cada día y en todos los lugares de esta sociedad de las apariencias y el espectáculo: “si uno vive en la impostura / y otro roba en su ambición, / da lo mismo que sea cura, / colchonero, rey de bastos, / caradura o polizón”... Y, aunque podamos tener la tentación, cuando el despropósito nos lacera la piel (quitando derechos, socavando lo público y lo común, precarizando la vida), de gritar “¡Que falta de respeto, / que atropellaba la razón!... / Cualquiera es un señor, / cualquiera es un ladrón”, en realidad todos sabemos que son los mejores ladrones, los de guantes más blancos y cuellos más duros, los que se convierten en grandes señores y amos de este mundo (como bien acabamos de ver en Washington).
Así que, poco a poco o de repente, vamos teniendo un corazón que sólo atesora naufragios y sueños rotos... Un corazón que, en su hábito de afrontar, desde su fragilidad, tempestades (o crisis/estafas), se siente cada vez más incapaz de sobrevivir a cualquier esperanza... Por mucho que algunos soplos de torpe brisa se tornen cantos de sirena para susurrar que podemos o pretender sumar… Sin saber muy bien qué.
Porque el buen náufrago, pieza fracasada en todos los puzzles, no sabe ya más que esperar el embate de la siguiente ola, y cualquier distracción esperanzada sabe que puede ser su fin… “¡Dale no más, dale que va!”
DdA, XXI/5.889
1 comentario:
Muy bueno. 💜
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