martes, 14 de enero de 2025

EL SERVILISMO Y LA DEMOCRACIA INTERNA EN LOS PARTIDOS POLÍTICOS

 


Félix Población

Teniendo en cuenta que en los partidos políticos se crían los políticos que pueden adquirir en el futuro, según sea su rimo de medro en estas organizaciones, responsabilidades de gobierno en municipios, diputaciones, autonomías o el mismísimo ejecutivo central, hay que tener en consideración lo que la primera viñeta de mi estimado amigo Noguera nos participa, aplicable igualmente a otros ámbitos de la vida pública, a otras actividades y profesiones, entre las que se incluye la periodística. 

Casa además con la segunda viñeta y otras que Álvaro Noguera, a partir de lo que pueda derivarse de la pugna por el liderazgo en el Partido Popular tras la caída de Casado (Feijóo/Ayuso) y los recambios hechos y por hacer en las secretarías generales autonómicas del PSOE, ha venido haciendo. En la primera viñeta se pregunta el autor si para promocionarse en un partido hay que ser servil o ser vil, dando por respuesta que tanto un comportamiento como otro sirven porque el uno puede dar en el otro y el otro en el uno.


Favorece lo anteriormente expuesto el que no se tenga en nuestro país el entendimiento de la democracia interna en los partidos que le da la propia Constitución y los estatutos de cada formación política. En España -leo-, los estatutos de los partidos recogen formalmente la democracia interna pero, en la práctica, las fórmulas de validación de nuevas candidaturas y de participación impiden que los militantes voten libremente los miembros de su comité de dirección, que sólo buscan la perpetuación de cargos

En la última década hubo un partido (Podemos), nacido en las plazas de un movimiento de indignación popular, que sí aplicó con sus militantes e inscritos la democracia interna, pero contra su inicial y sorpresiva fortaleza, capaz de adelantar al PSOE en las urnas, se confabularon la vileza interna y externa, en este caso con una operación de acoso y derribo político, judicial, policial y mediático como nunca se llegó a orquestar contra una organización política. El resultado fue el que sabemos. 

No es como para salir silbando de las viñetas de Noguera, como bien saben quienes las sigan. 

EL PARTIDO POLÍTICO, EL GRAN JACOBINO DE NUESTRA ÉPOCA

Léase tambiénDesde un punto de vista social los partidos políticos no son asociaciones participativas. Rara vez la élite de los partidos acude a los militantes para oír su opinión, menos aún para asumir ante ellos el control de sus decisiones. Tampoco son partidos de dinamización social; todo lo contrario: los partidos son cada vez más corporaciones centralizadas y burocratizadas. Tampoco están próximos, ni reflejan a la sociedad a la que dicen servir: son entes distantes ocupados en la lucha por el poder. Y finalmente ni siquiera desarrollan realmente la función a la que deben su existencia, la representación de los ciudadanos, pues ni cumplen los programas por los que fueron votados, ni se relacionan con los ciudadanos votantes más allá de los escasos días de la campaña electoral. Hasta ejecutan la farsa de presentar en las elecciones candidatos/as a provincias, cuyo territorio ni siquiera han pisado una vez en su vida. La solución al problema ocasionado por una democracia representativa, exclusiva y excluyente, configurada por unos partidos políticos jacobinos, reside en la apertura de nuestro país a otros modelos democráticos -la democracia directa y la democracia participativa- en el marco de una democracia armónica, conjunción equilibrada de los tres modelos democráticos: representativo, directo y participativo. Pero esto es ya materia de otro artículo. (Del artículo de Ramón Serrano, catedrático emérito de Filosofía del Derecho y Política de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. El artículo, publicado en Público, se titula, El partido político, el gran jacobino de nuestra época)


DdA, XXI/5.882

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