Sólo de un observador perspicaz como Manuel Goti del Sol, tan atento a la capción visual de su villa, de la que a menudo nos deja constancia a través de unas fotografías que bien merecerían ser expuestas para que sus conciudadanos apreciaran el criterio y sensibilidad con los que el objetivo de su cámara plasma la particularidad de rincones, detalles y perspectivas urbanas de Gijón, podemos esperar esta imagen a ras de piso, que Goti vincula de inmediato con algunas claves tipológicas y circunstanciales de la pequeña ciudad de nuestra niñez más o menos coetánea. Nadie mejor por eso que él para esta recordación a pie de calle ante ese trozo de pavés aflorado en las inmediaciones de los Jardines de la Reina, uno de los ámbitos urbanos más allegados a mi memoria infantil, cuando este Lazarillo acompañaba a su abuelo a las subastas de pescado de La Rula. Somos la historia que vivimos, escribió Galeano, y a veces nos la alumbra un trozo de viejo adoquinado oculto debajo del asfalto, sobre el que circularon aquellos sucios tranvías amarillos que nos llevaban a ver la mar del Musel a que se nos llenara el corazón de barcos, escribió Alberti:
"En las obras que se realizan en el entorno de los Jardines de la Reina, ha quedado al descubierto un trozo del adoquinado que servía de calzada en otro tiempo, aquel de mi niñez. Al verlo, se me ha venido a la memoria el Xixón de Garciona, La Perala y el Chino de Cimavilla; el olor de gambas a la plancha en Casa Marcelo, los bombones de La Caperucita y el altillo del Café Oriental; la escalera mecánica de Simago, los juguetes en Galerías La Gloria y El Arca de Noé; les pescaderes vendiendo por la calle, el marcador simultáneo Dardo y la gaseosa en los descansos de El Molinón. Nada queda de todo eso, solo la piedra permanece como testigo mudo de un pasado reciente pero del que cada vez vamos quedando menos que lo recuerden. Volverán a tapar los adoquines pero sabremos que están ahí como parte de todo aquello, permanentes".
DdA, XX/5.883
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