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Desde que en 2016 la periodista francesa Marine Vlahovic llegó a Ramallah, Palestina, aprendió a amar una cultura diferente. Escribió de las tradiciones, de la historia y, sobre todo, de la ocupación israelí, un tema que luego abordaría en su podcast Carnets de corresponsal. Por eso, cuando hemos sabido hoy, a través de varios medios de información franceses, que la reportera y documentalista amaneció muerta en la azotea de su apartamento en Marsella, también hemos conocido que sus colegas inundan las redes sociales con sus fotos y su voz.
En el último episodio, titulado Gaza Calling, publicado este año, relató sus desesperados intentos de llegar a la Franja de Gaza, donde amigos y familiares corrían el riesgo de morir bajo el fuego de “Tel Aviv”. Varada en El Cairo durante semanas, siempre en contacto con ellos, les envió palabras de consuelo y paquetes de medicamentos. Estos miles de mensajes, estos cientos de horas de llamadas al aire, dieron visibilidad poco común al trabajo de sus colegas de Gaza.
Algunas a veces la apodaban “Marine la máquina”, en reconocimiento a su trabajo, pero Marine Vlahovic era todo menos un sistema robótico: “Ella era puro periodismo, una gran ser humano también. Perdemos a una persona sumamente brillante y sincera”, afirmó el exmiembro de France Culture, Benoît Bouscarel. Tenía 39 años. Sus familiares, compañeros, los que la escuchaban, solicitaron una investigación y una autopsia.
Pero por ahora, una fuente policial señaló que “ningún elemento indica la pista criminal”, mientras ella renace en sus documentales y en sus audios, que no dejan morir a aquella joven que hace ocho años llegó a Ramallah, Palestina. No hay que olvidar que más de un centenar de periodistas fueron asesinados por las tropas israelíes en la Franja de Gaza. ¿Qué dirá monsieur Macron, tan hospitalario con Netanyahu, sobre quien pesa una orden de arresto por la Corte Penal Internacional?
DdA, XX/5.840
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