Félix Población
Estamos convencidos de que a Federico García Lorca, tanto por la idea como por sus vinculaciones con América Latina, le hubiera sido muy gratificante que el Instituto Cervantes promoviera la edición multilingüe de su poema Grito hacia Roma, que el director de ese centro anunció recientemente en la Feria del Libro de Guadalajara (México). El poema cobrará voz en las lenguas originarias de Iberoamérica (aimara, quechua, guaraní, maya...), para mayor relevancia de la riqueza cultural y lingüística del mundo precolombino.
El año pasado, con motivo del semestre presidido por España en el Consejo de Europa, entre los meses de julio y diciembre, se publicó este mismo poema, perteneciente a Poeta en Nueva York, traducido a 26 lenguas europeas, con reproducciones de varias ilustraciones realizadas por el poeta granadino, el texto mecanografiado del original a doble espacio y con correcciones a lápiz del autor y otra personas, que supongo también constarán en la edición multilingüe para Iberoamérica.
Según ha contado Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, García Lorca se trasladó a Nueva York porque mantenía una relación sentimental con otro hombre, relación que empezaba a ser escandalosa en Madrid, ocasionando que su familia le aconsejara dejar temporalmente de la entonces capital del reino, para residir durante los años 1929 y 1930 en Nueva York como estudiante en la Universidad de Columbia, donde escribió Poeta en Nueva York.
En este libro, Lorca indaga en los problemas estructurales y más turbios de la ciudad, como el racismo o el individualismo propio de una sociedad capitalista avanzada. Grito hacia Roma nace como consecuencia del acuerdo de colaboración suscrito por el papa Pío IX con el gobierno fascista de Benito Mussolini (Tratado de Letrán).
Si en cualquier circunstancia histórica es recordable este poema de García Lorca, asesinado en 1936 por quienes recibieron el respaldo del nazi-fascismo para vencer en una guerra atroz e imponer una larga y oprobiosa dictadura, puede que las de ahora sean las circunstancias más necesarias en muchos años para que esos versos cobren nuevas trayectorias sonoras en las voces de los pueblos originarios de América.
La verdad es que en las 26 lenguas europeas no tuvieron la repercusión que sería menester, visto que en la Unión Europea de nada vale tener un himno con los acordes de la Novena Sinfonía de Beethoven, inspirada en los versos de Friedrich Schiller como canto a la fraternidad de los pueblos. Bien lo sabe desde hace más de un año el masacrado pueblo palestino:
Este poema de García Lorca nos muestra Nueva York como la gran ciudad que es, con sus claroscuros, referidos a las diferencias sociales, raciales y económicas y, al mismo tiempo, la riqueza que disfrutan únicamente unos pocos privilegiados. Las puntas de los rascacielos destacan sobre los edificios de las calles, las manzanas. Las personas han dejado de creer en Dios, quien sana las heridas del alma. La muerte ha dejado de ser algo importante, un ritual, para pasar a ser algo que no significa nada. La industrialización acaba con la infancia y la usa como mano de obra
La muerte anida más que nunca, pero la fe se ha perdido. La gente que sufre y no tiene nada, prefiere morir. Estamos en el crack del 29. El poeta ataca y desea la muerte de aquellos que sólo buscan lo material, de los que no le importan las demás personas y que sólo buscan la riqueza.
El rico no piensa en el sufrimiento, no tiene en consideración la fe, el compartir y solo ve lo material. La elección del superficial implica la ceguera hacia el dolor, el sufrimiento, la necesidad de los demás. La realidad barre la ilusión, la ensoñación de que un futuro para las nuevas generaciones pueda ser mejor.
Todo se queda en lo superficial y no en la realidad. El amor queda desterrado a un lado. Para el poeta, el amor de verdad, el del ser humano real, está en los que menos tienen y siguen juntos a pesar del hambre y la muerte, la falta de trabajo y la desesperanza. Siempre habrá alguno que luche, que buscara la unión de los que menos tienen para buscar un futuro mejor, hasta que lo compren con dinero, hasta que se corrompa.
Los negros son en su mayoría empleados de hogar o trabajan en la hostelería. Únicamente podrán ser meritorios, como ocurría con la mayoría de los que aspiraban a ser actores. Las nuevas ricas se ocupan y se preocupan únicamente del bullicio de las fiestas y espectáculos. Sin embargo, para todos los oprimidos de Nueva York llegará un momento en que se levanten y reclamen que existen. Este grito hará temer a todos. Las personas buscan algo que decir. Todos tienen derecho a tener algo porque es lo natural y por qué, además, hay para todos.
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