Del artículo (Adiós, maldito 2024) que hoy firma en el diario Público el profesor Juan Carlos Monedero, a modo de resumen del año 2024, destacamos lo que sigue, en donde nos advierte de una necesidad para el porvenir, la de acostumbrarnos a otro tipo de vida, para lo que debería ayudarnos la Inteligencia Artificial (IA), no a que locos como Elon Musk -alarma el calificativo empleado por el articulista- terminen de reventar el planeta. También afirma Monedero que 2024 ha sido el último año antes de que la IA extienda sus tentáculos inaugurando un nuevo mundo. Nunca van a hacer más falta las humanidades, asegura.
Juan Carlos Monedero
2024, con algunas salvedades, ha
sido un mal año para la bondad. Es verdad que la indignación es una señal de
que no se nos ha anestesiado la capacidad de asombrarnos con la maldad. Pero
sabe a poco. No estamos a la altura. Ni en lo individual -yo, lo tengo bastante
claro, no lo estoy-, ni como sociedades. En España, intentamos corregir el
rumbo con el 15M y los cinco millones de votos de Podemos. Pero nos doblaron el
brazo. Hoy, todo aquello está en guerra fratricida. Una amplia mayoría andamos
alejados del fragor -como en mi caso, aunque lo vivo como una derrota-, Pablo
Iglesias se ha reinventado como empresario mediático y hostelero que se
divierte categórico en las televisiones y pone nombres atrevidos a los cocktails en
tanto en cuanto resucita Emiliano Zapata; Alberto Garzón celebra
la llegada de un ISIS maquillado a Siria; Errejón creyó que bastaba
calcular, ser frío como el mármol y tener aliados en La Sexta y PRISA para que
pusieran su nombre a una calle; la Ministra de Sanidad, Mónica García,
renuncia a ser la Juana de Arco de la sanidad pública cerrando Muface (un
privilegio antiguo para los funcionarios); y Yolanda Díaz volvió
a demostrar que los dioses primero ciegan a quienes quiere perder. Mientras el
PSOE sufre lo que no le pasaría si no hubiera mirado a otro lado cuando los
jueces destrozaban a Podemos.
EEUU camina al matadero arrasando
todo en su camino de balcanización del mundo. Europa le sigue sin rechistar,
China puede dar un zarpazo si se le incomoda en exceso, Rusia hace de tapón,
África se desangra, en Asia ha empezado el incendio y América Latina tiene
demasiado cerca al decadente y desesperado imperio. En América Latina, por lo
menos, han aprendido a resistir y a veces les sale. Los que venden armas están
ganando más dinero que en la Segunda Guerra Mundial.
2024 se marcha y que los dioses
lo confundan. Deja muchos escombros. Ni las desigualdades de clase -la
pobreza, el riesgo de exclusión, la falta de sanidad y de educación-, ni
las de género -todo lo que acompaña a la violencia contra las mujeres, a
las desigualdades laborales, a los privilegios de nosotros, los hombres-, ni
las de raza -el mundo del Sur, que se hunde y se ahoga lentamente, que
sufre la extensión de las guerras y que emigra-, ni la devastación
medioambiental, ni el crecimiento de los monopolios tecnológicos -con la
Inteligencia Artificial (IA) como una amenaza inminente- ayudan a mejorar
el paisaje. Maldito 2024.
El genocidio en Gaza, que se está
extendiendo por Oriente Medio, inaugura la era de la hegemonía de Israel en la
región, que es otra manera de decir que la hegemonía de EEUU en la zona la va a
garantizar un capataz sin escrúpulos al que ya no le queda una célula de
humanidad. Demasiadas escuelas, hospitales, centros de refugiados, colas
de alimentos, niños y niñas reducidos a cenizas significan haber quemado las
naves de cualquier compasión. En los campos de exterminio, suicidarse era una
opción de humanidad. Enfrente de esa gente decente que no quería sobrevivir
sobre nadie, estaban los judíos de la zona gris, los que colaboraron con el
exterminio de los suyos, los kapos que colaboraban con los nazis. Hoy, el
Israel de Netanyahu es el Kapo de los EEUU. ¿Cuánta gente se estará suicidando
en el ejército israelí? Los nazis tienen buenos alumnos en sus antiguas
víctimas.
La ruta atlántica de la
emigración camino de las islas Canarias ya tiene el palmarés de muerte. La
Unión Europea ha subcontratado el control de la frontera sur a países donde los
derechos humanos son inexistentes. Esas películas de sicarios, mafias, policías
migratorias, bandas, violaciones, abusos, secuestros, centros de prostitución
que han poblado el cine de frontera en EEUU hoy tienen lugar en la ruta de
Canarias. La bestia, esos trenes de la muerte camino de la frontera norte, son
hoy las pateras que han llevado a la muerte este año a más de diez mil
personas, 30 cada día -cada día-. 30 seres humanos que se han montado en esas
cáscaras de nuez porque en sus países se pensaban ya muertos.
En España, este 2024,
hay 1000 mujeres bajo protección por amenazas de violencia de género.. Y han
sido asesinadas 45 mujeres, además de nueve menores, muertos como la forma más
extrema de hacer daño a las parejas o antiguas parejas. Hay hombres que
-perdonen- parece que tuvieran declarada una guerra civil a las mujeres (es la
imagen de crueldad descarnada que muestran los testimonios de la página de
Instagram de Cristina Fallarás, tantas dentro de las propias familias, tantas a
menores, donde no solo se habla de violencia física, sino también de violencia
psicológica, esa que ejerces y no siempre reconoces cuando hay situaciones de
poder). La derecha desprecia esa violencia y dice que no existe. En la
izquierda -masculina- nos sabemos la teoría, pero no siempre nos sabemos la
práctica. Vivir en el privilegio no nos hace ser siempre conscientes del
daño que causamos. Una parte importante de la democracia pendiente vendrá del
feminismo. A los hombres nos queda mucho que aprender -siguiendo la reflexión
en primera persona, a mí me queda mucho que aprender-, y mientras se reajusta
la sociedad, lo que sin duda generará grietas de asentamiento que tendremos que
evaluar, pongámosle toda la inteligencia y la sensibilidad de la que seamos
capaces (ha habido casos recientes que han
ayudado al debate), también pensando más allá de nuestras fronteras.
El drama de la DANA en València y
las evitables 231 víctimas, han demostrado varias cosas (como si no bastara la
experiencia de tantos otros sitios). Que renta tener políticos de altura y
no chisgarabís elegidos más por el odio a los otros que por sus
cualidades; que solo lo público puede dar respuestas a los grandes desafíos;
que el calentamiento global no se solventa con indemnizaciones sino cambiando
el modelo; que la derecha va a utilizar cualquier crisis para mentir y barrer
para casa; y que la gente siempre es la que saca las castañas del fuego cuando
la cosa está caliente. 2024 no ha avanzado nada para evitar el calentamiento
global. Ya no caben más discursos huecos. Si los políticos no tienen claros los
datos, la ciudadanía tampoco -Sánchez ha hablado, como si fuera factible, de
subidas de la temperatura de 3º, ignorando que eso implicaría temperaturas en
España de 60º, incompatibles con la vida-.Vamos a tener que acostumbrarnos a
otro tipo de vida. Y la Inteligencia Artificial debiera ayudarnos a ello, no a
que locos como Elon Musk terminen de reventar el planeta.
2024 ha sido el último año antes
de que la IA extienda sus tentáculos inaugurando un nuevo mundo. La IA sabe
todo lo que hemos aprendido los seres humanos desde que existen registros. Lo
ha leído todo, visto todo, escuchado todo. Y al igual que ya no nos sabemos
apenas números de teléfono ni los conductores las calles, la forma en que hemos
conocido hasta ahora va a cambiar. La lectura sosegada, el conocimiento
detenido, la reflexión profunda van a ser sustituidas por alguien que sabe todo
lo que se puede saber de manera pública hasta 2024. Pero que no se ha detenido
a pensar cómo vamos a conocer a partir de ahora. Nunca van a hacer más falta
las humanidades. ¿Les haremos caso en 2025?
"Y si ya no puedo creer que
nada sea verdadero ¿por qué sigue viniendo la luz de la luna a rielar sobre la
hierba?", escribía Pessoa. Feliz 2025 y que ustedes, pese a todo, puedan
ver cada noche la luz de la luna batir la hierba.
PÚBLICO DdA, XX/5.866
No hay comentarios:
Publicar un comentario