Carlos Mazón nombra como vicepresidente para la reconstrucción de Valencia a un militar. Una sorpresa relativa teniendo en cuenta que el cargo estaba ocupado hasta hace poco por un torero. Los perfiles técnicos siempre son de valorar. Tras la faena de dos orejas y rabo, toca reconstruir los destrozos y el teniente general Gan Pampols lanza un aviso a navegantes surcando el lodo acumulado en las calles de Valencia: “No admitiré directrices políticas para una labor que es puramente técnica”. Un discurso muy aplaudido entre quienes siguen creyendo en la existencia Papá Noel y en que las decisiones sobre asuntos públicos pueden no ser políticas si el tipo que las toma viste uniforme verde. Hagan como yo y no se metan en política, dijo Franco tras cuarenta años dirigiendo la política española. Vótenme a mí que no soy político dicen los Mileis, Trumps, Bolsonaros y Bukeles dispuestos a perpetuarse como puedan en el poder político. No politicen las tragedias, repiten los medios de comunicación tras ser subvencionados mediante decisiones políticas con dinero público manejado por políticos. Hay pocos actos más políticos, tras cerrar unidades de emergencia y demorar la llegada del ejército por incompetencia, que nombrar a un militar cuando el tiempo de la urgencia acabó y comienza el de la política.
Si miran el manual del buen militar comprobarán que una reconstrucción como la que dirigirá el teniente-general-vicepresidente debe hacerse con el objetivo final de evitar futuros desastres similares. Gan Pampols tendrá que enfrentarse, por tanto, al hecho de que existen licencias urbanísticas concedidas en cauces de ríos y que, más temprano que tarde, esto dará paso a una nueva catástrofe. Si decide no hacer nada al respecto, si decide legitimar el peligroso modelo urbanístico que amenaza a la población, el teniente general estará haciendo un cálculo político consistente en no provocar incomodidad entre los políticos que lo han nombrado mientras conceden licencias irresponsables a empresarios de la construcción. La peor de las políticas.
Si una buena reconstrucción pasa por la prevención, es político corregir los mecanismos de prevención que no funcionaron y que deberían impedir una nueva catástrofe y reconstrucción. Cómo y cuándo activar el pitido orwelliano que nunca llegó a los móviles de la población, qué protocolos habrá que implementar para que en los reservados de los restaurantes más caros de Valencia haya habilitados sistemas de comunicaciones eficaces. Todo eso es política. El vicepresidente militar tendrá que decidir sobre el alcance de las infraestructuras que hay que reparar y la cantidad de personal necesario para devolver la normalidad a las zonas afectadas. Lo cual nos habla de presupuestos y métodos. Decidir si es necesario aumentar el gasto público, si los teléfonos estarán operativos para conceder subcontratas a empresarios afines o si se firmarán convenios de colaboración con otras administraciones públicas vuelve a ser, cuádrese mi general, un asunto tan político como lo es el nombramiento de un militar para distraer la atención ante una gestión política desastrosa. A propósito, aceptar el encargo de un político aferrado al cargo es, en sí, un asunto muy político. Politiquísimo, diría yo.
DdA, XX/5.829 CTXT
No hay comentarios:
Publicar un comentario