Raúl Solís
Ángels Barceló abriría hoy con una entrevista en profundidad para que presentara su nuevo partido político, cargara contra esos sectarios con los que ha compartido viaje y en todas las encuestas saldría como el político más valorado por los españoles
La progresía mediática ha conseguido que dimita el líder de los socialistas madrileños, Juan Lobato, por haber llevado ante notario un email recibido desde Moncloa con los documentos que el abogado del novio de Ayuso envió a la Fiscalía, para ofrecer un acuerdo con el que evitar la entrada en prisión de la pareja de la presidenta madrileña.
El País, elDiario.es, la Cadena Ser y La Sexta, Infolibre y Público se llevan arremangando desde el lunes para que eso ocurriera. Lobato ha sido poco más o menos que declarado traidor número uno de España por cubrirse las espaldas ante una posible imputación por revelación de secretos. No podía liderar la delegación madrileña en el congreso federal del PSOE en Sevilla porque eso sería la consumación de la alta traición.
Detrás de todo está el deseo de Pedro Sánchez de poner al ministro Óscar López como líder en la Comunidad de Madrid, para lo cual, obviamente, le molesta la figura de Juan Lobato. La operación derribar a Lobato no hubiera sido posible sin la participación activa de la progresía mediática, que una vez más se ha demostrado que son operadores políticos del PSOE, que más que contar la realidad, la crea, la enmarcan y la significan.
Sonroja comparar lo ocurrido ahora en el PSOE de Madrid con lo ocurrido cuando Íñigo Errejón y Manuela Carmena rompieron con Podemos para fundar Más Madrid y quebrar en dos pedazos un espacio político, allá por enero de 2019, que tenía más de cinco millones de votos. Entonces, el problema era que Pablo Iglesias era un sectario que quería hacer de Podemos un partido de izquierda radical y no que Errejón o Carmena traicionaron a la formación que había logrado ganar el Ayuntamiento de Madrid y puesto a Íñigo Errejón de líder en la Asamblea tras perder Vistalegre II. De líder con 15 liberados a su servicio que usó para construir su nuevo partido político.
La traición de Errejón y Manuela Carmena fue un “tándem electoral” para la progresía mediática porque huía de los “gulags y purgas” de Pablo Iglesias. Sin ir más lejos, elDiario.es que dirige Ignacio Escolar consiguió hasta hacer un guión de serie de Netflix de la traición. “72 horas que precipitaron el cisma entre Iglesias y Errejón”, titulaba el digital de Escolar.
El cronista Iñigo Sáenz de Ugarte llegó a señalar, preguntándose de forma retórica para enmarcar sin mancharse la honestidad intelectual, que el problema de la traición de Errejón no era otra cosa que problemas de “hiperliderazgo”, “escasa tolerancia con la disidencia interior”, “comportamientos endogámicos” o “control total de las listas electorales”. Le faltó decir que Pablo Iglesias dirigía la KGB, pero estuvo elegante y no llegó a tanto.
El País, que nunca ha escondido que Errejón fue su líder favorito para liderar Podemos porque servía para los intereses del PSOE, entrevistó al Juan Lobato de los morados nada más anunciar su ruptura, pero, lejos de decir que se “Errejón se aferra” como ha escrito sobre el líder de los socialistas madrileños, el periódico del Grupo Prisa tituló la entrevista bajo un enfoque tan amable que parecía que lo que había roto Errejón era un noviazgo.
“He hecho lo que Podemos me enseñó: la cosa no iba bien”, titulaba El País la entrevista a Errejón donde éste era tratado como un heterodoxo, luchador por la democracia y líder transversal que huía de un partido de rojos maquiavélicos que a la mínima enviaban a un gulag de Siberia a cualquiera que discrepara de la línea oficial de Podemos.
Uno de los titulares más circenses de todos los que se publicaron en enero de 2019 lo lanzó el Diario Público, entonces dirigido por Ana Pardo de Vera, que ahora ejerce de tertuliana a favor de los intereses de Moncloa. Después de que Íñigo Errejón fundara Más Madrid junto Manuela Carmena, al margen de Podemos, Público tituló que fue Iglesias quien había roto con su entonces número dos: “Iglesias rompe con Errejón y anuncia que Podemos competirá contra él en la Comunidad”. Esto en Derecho se llama inversión de la carga de la prueba y en periodismo se podría perfectamente llamar corrupción. Hay muchas formas de insultar la inteligencia de los lectores, este titular es una de ellas.
En la misma línea tituló El País, en una pieza firmada por Ana Marcos y Juan José Mateo. El día que Errejón dejó su escaño en la Asamblea de Madrid para preparar su candidatura a las autonómicas madrileñas, después de haber roto ya con los morados, el periódico independiente de la mañana llevó al titular que “Errejón deja su escaño para tratar de reconducir el conflicto interno”. Vamos, que el exnúmero dos de Podemos que había traicionado a sus compañeros se iba, poco más o menos, que a hacer terapia de pareja a una casa rural en los Pirineos.
Existen artículos, totales de televisión o cortes de radio hasta aburrir para demostrar que la progresía mediática trata de un modo diferente las traiciones cuando éstas ocurren en la izquierda que cuando ocurren en el PSOE. Mientras que Juan Lobato ha sido identificado por los operadores mediáticos de la progresía como un traidor a las primeras de cambio, incluso este miércoles mismo El País publicaba un editorial con este enfoque, los traidores en Podemos siempre ha sido subidos a los altares de la heterodoxia, el librepensamiento, la transversalidad y otros epítetos amables en el que los traicionados eran significados como autoritarios, enemigos del pluralismo y martillo de herejes.
Si Juan Lobato fuera de Podemos no hubiese tenido que dimitir, podría haber montado una escisión, haberse presentado a las elecciones con un partido creado expresamente para la ocasión, pedir a sus antiguos compañeros que no fueran cabezones y entendieran que el tiempo histórico ahora era apoyar su nueva marca o ganaría la ultraderecha y vendrían las siete plagas de Egipto.
Si Juan Lobato fuera de Podemos, Àngels Barceló abriría hoy con una entrevista en profundidad para que presentara su nuevo partido político, cargara contra esos sectarios con los que ha compartido viaje hasta el momento y en todas las encuestas saldría como el político más valorado por los españoles. Y después de la entrevista con Barceló, Lobato tendría que coger un taxi para ir corriendo a los estudios de ‘Al Rojo Vivo’ a que lo bendijera la mesa de tertulianos de Antonio García Ferreras y los informativos de La Sexta.
Pero Juan Lobato no es de Podemos. Ha quedado como un traidor, el PSOE en Madrid no se escindirá y Pedro Sánchez, lejos de quedar como un purgador estalinista, es un hombre de Estado que tiene todo el derecho del mundo a elegir a su equipo y poner al frente de Ayuso a un perfil de su máxima confianza. Así funciona la progresía mediática que parece que trabaja para el cambio pero que en realidad es la cara b del régimen.
DIARIO RED DdA, XX/5.835
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