La era de los charlatanes
Un verdadero drama histórico. Los medios de comunicación de masas, los clásicos y los nuevos, han sido ocupados por los charlatanes. Ahora, a los charlatanes, gente de trampa y enredo que se dedica al engaño, se les conoce por un nombre inglés, que yo no utilizo ni utilizaré. Han invadido la Red de redes y copado también los periódicos, TVs y estaciones de radio. Se presentan y los presentan como "creadores de contenidos", aunque su discurso no contiene sino vulgaridad, recursos vacuos, nada. Pero la masa parece estar encantada con estos influenciadores, porque aceptan ilusos su encantamiento. Los predicadores del momento son agentes comerciales del consumo. El consumo y el mercado son el motor del sistema capitalista.
Si se repara en el escaso lenguaje que usan los neo charlatanes se advierte la carencia que padecen de cultura, pensamiento, ideas y propuestas razonables. Pero si estos charlatanes pronuncian dos veces una palabra, y la repiten con insistencia, el vocablo es utilizado para referirse a todo, para definir toda actividad o acontecimiento. Ahora nada sucede, nada, que no se llame "evento". El empobrecimiento del lenguaje es el certificado del deterioro de la idea. Pero las instituciones públicas (objetivos sociales), y las privadas (consumo y rédito) enseguida se prestan a dar autoridad al charlatán. Los gabinetes de dirección de las conciencias dan crédito al charlatán, porque el charlatán tiene muchos seguidores y crean "tendencia", otra necedad de la era de la necedad que nos ha tocado en desgracia. Cualquiera vocablo, que no idea, es entronizado socialmente y siempre hay una Academia de la Lengua dispuesta a emplear su autoridad, es decir, a perderla, reconociendo el vocablo de la última invención de la torpeza.
La gente no lee. Quien no lee no asimila. Quien no asimila no comprende. Quien no comprende no piensa. Quien no piensa está en las mejores condiciones, debilidad, para seguir a los predicadores. El sistema, que en tiempos utilizó la tribuna, de la Universidad o de las iglesias, ahora se sirven de los predicadores para influir, controlar y dominar al consumidor. Ya no hay ciudadanos, que el ciudadano es una creación del ciudadano crítico, sino consumidores, votantes, repetidores de vocablos, escasos, creyentes, "seguidores", que han empobrecido el lenguaje, la comunicación, la vida.
Pero crean "tendencias". Es decir, son tendenciosos, reaccionarios y anti modernos sin horizonte. La conjura de los necios, aplaudidos por el poder y por la masa.
Eso sí, sus habladurías sin contenido se hacen "virales" y se multiplican "exponencialmente". Virales, sí, portan el virus de la estulticia, el gen de la incultura en vena.
DdA, XX/5.778
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