Félix Maraña
Chile en el corazón
Conocimos a Luis Sepúlveda (1948-2020) como autor de una novela que eclipsó y atrajo la mirada de muchos lectores en tantos países, "Un viejo que leía novelas de amor". Pero no sabíamos de su poesía, no lo sabíamos aquí, al menos. Hoy es un día marcado con sangre en el diccionario de la Historia de Chile, en que el país fue visitado por la muerte, por la sangrienta represión de los comandos del ejército, que empujaron al país a un negro túnel de años. Los partidarios de Pinochet, y otros tibios adheridos, que hay muchos, dicen que el país prosperó económicamente, como si eso justificara los crímenes. Pero el progreso también fue regreso. Regreso al país del exilio a los defensores de la libertad, algunos de los que se libraron de la tortura, la muerte o de ser alimento para los grandes cetáceos.
Un exiliado con nombre y apellidos, que vivió acogido en Europa y en Asturias en un largo trecho de su vida errante, fue Luis Sepúlveda. Estaba tan cerca de nosotros que no sabíamos de su poesía. Afortunadamente, el impulso de su mujer, Carmen Yáñez, y el cuidado y esmero del poeta Alejandro Céspedes, ha hecho posible la publicación de una antología, Disparos al aire (Visor, 2023), en la que vemos que la condición poética del novelista no era una argucia, sino un certificado del poeta que siempre fue. Céspedes, autor de la selección y el prólogo, destaca la función de fotógrafo de la realidad de Sepúlveda, una mirada espontánea y sin complejos sobre el mundo, sin duda aprendida de quien consideró como maestro en el decir poético y en la vida, el también poeta y chileno Pablo de Rocha, el otro Pablo de Chile, el Pablo desconocido en España. Salvo una antología que publicó en 1992 Rita Gnutzmann, también en Visor, aquí nada se ha escrito en un siglo acerca de aquel Pablo que era para León Felipe "nuestro Whitmann del Sur".
Sepúlveda forma parte de aquella heredad poética, de aquella ideología literaria, no necesariamente política, que se forjó en la solidaridad con el semejante y en la aspiración de la libertad.
Y llega este 11 de septiembre, aniversario del alzamiento militar de Pinochet contra el presidente Allende, cuando me encontraba releyendo algunos poemas de esta antología de Sepúlveda, que nos da noticia cierta de su condición de poeta, de su amor al mundo y a su gente, a su Pelusa.
Releo hoy su poema "Septiembre o réquiem por un volantín", donde traslada su dolor al dolor de la Patria, que él escribía con mayúscula, como Poema, Poesía y Poeta. El principio y el fin de este largo poema, escrito en Valparaíso en septiembre de 1976, dice así:
Decir septiembre
es decir amanecida brutal entre orujos y soles.
Decir septiembre
es decir abandono con los ojos mojados,
con el grito marchito de la patria
resonando igual que una muerta
en una playa abandonada.
.........
Septiembre.
Allá va el hombre a contemplar los parques,
a llamar vida al dolor
y al dolor nada.
Creo que leer hoy un poema de Sepúlveda, un poema de un poeta chileno que vivió entre nosotros, es un acto de fraterna solidaridad con el dolor de todos los exiliados de la Tierra.
DdA, XX/5.768
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