viernes, 20 de septiembre de 2024

LA ULTRADERECHA Y LA REGLA DE ORO: EL QUE TIENE EL ORO HACE LA REGLA

Detrás de la ultraderecha siempre están los amos pasándose el cepillo y dejando billetes en él. Y por cierto también hay siempre en sus alcantarillas grupos fundamentalistas religiosos generosamente financiados.

Enrique del Teso

Hace poco, por un motivo diferente del de estas líneas, recordé una escena de Novecento. Los amos se reúnen en la Iglesia (donde haya amos siempre está la Iglesia). Están entre temerosos y furiosos. Temen a los comunistas y a la insurrección obrera. Están irritados por su atrevimiento y asustados por su fortaleza. Allí está el fascista Attila, el icono de la película. Los amos cogen un cepillo de los de recoger limosnas en la misa y se lo van pasando uno a otro, dejando cada uno un fajo de billetes para Attila y sus Camisas Negras. Los fascistas, en ese pueblo y en todos los demás, se organizan y se despliegan con el dinero de los amos. Hablarán de razas, patrias y Dios, elaborarán su catecismo ideológico, pero se extienden y actúan por el dinero de los amos. Ejercen la voluntad de los amos y trabajan para los intereses de los amos. Los amos quieren seguir explotando a los trabajadores, pero con algo añadido: orden. Es decir, erradicación de derechos, persecución ideológica y violencia y crimen. Los Camisas Negras serán sus perros de presa. No debe olvidarse esto en las discusiones públicas. Ellos solo son los perros, son los amos los que importan.

Cambiaron cosas desde los previos del fascismo que recoge la película. No sé los datos actuales, pero en 2020 Vox recibía más donaciones que el PP, el PSOE y Podemos juntos. El poderoso grupo Vivendi, del oscuro señor Bolloré, financia torrencialmente a la ultraderecha francesa y es un pulpo mediático que controla mucha información. Detrás de la ultraderecha siempre están los amos pasándose el cepillo y dejando billetes en él. Y por cierto también hay siempre en sus alcantarillas grupos fundamentalistas religiosos generosamente financiados. Es notable cómo la extrema derecha en todas partes se desgañita en nombre del contribuyente para exigir la total supresión de financiación a partidos y sindicatos. Se refieren, claro, a financiación pública, para que no haya más dinero en los partidos que el que donen los amos. ¿Se imaginan?

La extrema derecha se extiende a pesar de que perjudica a la mayoría y a pesar de que sus propósitos repugnan a la mayoría. No se extiende con golpes militares ni asesinatos. No estamos en la Italia de Novecento. Se extiende porque moviliza y arrastra. Porque comunica. Si necesitamos a los mejores futbolistas para ganar la Champions, lo que necesitamos es dinero. Si necesitamos comunicar, necesitamos lo mismo: dinero. Quien tiene a los amos pasándose el cepillo tendrá sobre la mesa todo lo que hace falta para una estrategia eficaz. Los amos quieren lo de siempre: todo. Y ahora vuelven a quererlo todo con el añadido que ya quisieron otras veces: orden. No quieren a Bush, quieren a Trump.

Las cosas no son como en Novecento. Allí los amos tenían la sociedad que querían y temían perderla. Los sindicatos y las izquierdas movían las pulsiones colectivas. Los amos se defendían. Ahora no es así. Ahora no viven en la sociedad que quieren. En nuestra sociedad la gente tiene derechos. Los derechos son muy caros, porque requieren servicios públicos que los gestionen (escuelas, hospitales, …). Son derechos, no privilegios. La diferencia es que los derechos son universales. Por eso son mucho más caros que los privilegios. Es más caro que la gente tenga escuela que lo que hayan costado los privilegios del Rey Emérito y sus furumingas económicas. Que la gente tenga derechos supone servicios públicos de consumo universal y muchos impuestos para sostenerlos. Y encima quien se beneficia de esos servicios es toda esa gente que no interesa: la mayoría. Cada derecho es una cesión de una parte de la ventaja que tienen los poderosos, los que se pasan el cepillos de unos a otros. Los derechos incluso son extensos territorios de lucro echados a perder: sanidad privada, enseñanza privada, planes privados de pensiones, …, ¿cuánto se sacaría de todo esto si no hubiera un monstruo público que dejara al mercado solo un mordisco? Cuánto negocio se podría hacer con las necesidades básicas de la gente. Y encima los dichosos derechos cuestan y hay que pagar impuestos. Los amos no viven en la sociedad que quieren.

Los amos financian a la ultraderecha, pero ahora no es para defenderse. Ahora son subversivos, quieren derruir el estado social y de derecho en el que viven. Y no es cosa de sacar tanques. Ahora necesitan que la gente no considere prioritarios sus derechos y libertades. Quieren que voten y se movilicen contra sus propios derechos. En el mundo de Novecento querían a la gente ignorante y sumisa, temerosa y conformista, que aceptase su poquedad. Ahora quieren a la gente también ignorante o avara cognitiva. Es importante este detalle. Un pobre no tiene dinero. Un avaro tiene dinero, pero vive como un pobre porque no quiere gastarlo. Un ignorante no sabe. Un avaro cognitivo puede saber mucho, pero no usa su conocimiento y vive como un ignorante. La propaganda ultra no funciona si la gente no está crispada y rezumando odios y en ese contexto la necedad no es cosa de solo de analfabetos. Puede prender con facilidad en gente formada, que en el contexto de odios y sinrazones se hace avara cognitiva. Pero ahora no quieren a esa gente ignorante sumisa y con la mirada baja. La quieren rebelde, quieren que se sientan informados y con las ideas muy claras, que griten en los bares, que repitan todos los mismos estribillos y bulos estúpidos y que cada uno lo haga como si fuera la primera vez que se dice y como si estuviera diciendo algo que alguien tenía que decir de una vez.

La propaganda quiere que la gente transfiera su furia a su identidad simbólica, a su condición de varón blanco cabreado, de español sin complejos porque ya está bien. Necesitan el odio a las minorías, porque así la gente va aceptando que hay cosas por encima de la dignidad humana y la vida. En esta sociedad que no gusta a los amos la dignidad está en la cima de la valoración, por encima literalmente de todo Dios y todo gobierno. Parando los pies a africanos y homosexuales y reafirmando la diferencia esencial de hombres y mujeres, vamos aprendiendo que con ciertos grupos humanos la dignidad no es lo prioritario. Aprendido eso, no es difícil extenderlo. Recordemos que esta sociedad que no les gusta debe ser arrumbada por la gente luchando contra sus propios derechos. La propaganda quiere impostar acentos humildes rebeldes contra los privilegiados. Los privilegiados nunca son bancos ni ricos. Son clases medias y servidores públicos. Atacan los derechos atacando el servicio público que los gestiona y atacan los servicios públicos atacando a sus gestores y trabajadores. Así la eliminación de derechos se presenta como una purga de «mantenidos» y «subvencionados». Pero, detrás de motosierras y persecuciones a gitanos, inmigrantes y homosexuales, siempre están las eliminaciones de impuestos a los ricos, la desregulación laboral salvaje y la privatización inmisericorde de las atenciones básicas. Se extiende el principio de que el rico lo es por sus méritos, que el rico es el que nos mantiene y que hacer que los ricos sean más ricos es creación de riqueza. Detrás de motosierras, de delirios imperiales y de patrias amenazas siempre está el cepillo de dinero que los amos se van pasando. Los vocingleros solo son los perros. Antes trabajaban para defender la sociedad en que vivían y ahora para derruir la sociedad en que viven.

Los movimientos izquierdistas, como cualquier movilización colectiva, derrapan y se salen de los renglones. Cualquier izquierdista tendrá anécdotas, razones y estupideces con las que señalar a otros izquierdistas. Y siempre se equivocan. En lo esencial los derechos civiles y los sociales no son antagónicos como a veces se quiere ver. La persecución de minorías, además de injusta, es la palanca para someter a mayorías. El enemigo no es el sindicalista obrerista ni el woke urbano. Sigan el rastro del dinero. Detrás de cada derecho amenazado hay amos pasándose el cepillo. Y siempre en alguna Iglesia.

DdA, XX/5.775

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