lunes, 2 de septiembre de 2024

BANDERAS PALESTINAS EN PAJARES Y EL CUITU NEGRU



Félix Población

Sabido es, aunque poco porque así nos lo dictan, que la edición de este año de La Vuelta ha permitido la participación en esta competición ciclista de un equipo con nombre y patrocinio israelí, y que ante este blanqueamiento del país cuyo Estado viene perpetrando desde hace casi un año un genocidio contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza (donde la mayoría de las víctimas son mujeres, niños y adolescentes), era más o menos obligado mostrar con ese pueblo mártir un mínimo de solidaridad en el mismo transcurso de La Vuelta. La ocasión no la desaprovecharon ayer en Asturias, durante una interesantísima etapa con un disputado final en el Cuitu Negru, coronado en primer lugar por un ciclista excepcional llamado Pablo Castrillo, del que cabe esperar una trayectoria exitosa. Antes de llegar a esa cima, una de las más exigentes del ciclismo internacional, hubo que pasar por el alto del puerto de Pajares, en cuya última rampa -la de mayor pendiente- pudimos ver, bien visible sobre la parte inferior de la falda de una montaña, una gran bandera palestina. Gracias a su excelente colocación, no hubo modo de que los camarógrafos de TVE pudieran evitar tal enseña,  obligados como estaban a realizar sucesivas tomas durante el ascenso de la cabeza de carrera y el pelotón por ese tramo. Obviamente, nuestros  apalancados cronistas deportivos (defienden su permanencia como tales durante decenios)  sí eludieron cualquier referencia a ese testimonio de solidaridad con las víctimas de un genocidio, que suponemos no hubieran pasado por alto si la bandera, en lugar de la de Palestina, hubiera sido la de Ucrania -en solidaridad con su pueblo-, pongamos por caso*.


*Es de hacer constar que en la subida al Cuitu Negru hubo también muchas otras banderas palestinas ondeando entre el público congregado, que la niebla y TVE nos escaquearon. De ello da fe la magnífica instantánea que recoge el momento en que Pablo Castrillo cruzó la meta. Yo si fuera este magnífico corredor aragonés de 23 años no me limitaría a guardar esa fotografía sólo por su brillante y esforzado éxito deportivo, porque detrás del valor de su merecidísima y costosa victoria está el flameo de los símbolos de solidaridad más necesarios de empuñar en nuestros días, por humanidad y por la Humanidad. 

DdA, XX/5.757

1 comentario:

Folía dijo...

Qué bien esos pequeños focos de resistencia. Qué pocos y cómo nos los escamotean.

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