Lazarillo
No sabemos aún lo que falta para que se ponga punto final al mayor episodio histórico de barbarie en lo que llevamos de siglo. Quizá el Estado de Israel se haya propuesto asesinar a un determinado numero de menores en la Franja de Gaza o ponerse como límite un periodo de tiempo. Lo cierto es que al día de hoy no se sabe o no aparece en los medios de información occidentales el número de niños y niñas asesinados, ni tampoco el número de los que han resultado heridos o desparecidos bajo los escombros de un territorio arrasado. De las ya más de 40.000 víctimas mortales se calcula que más de la mitad son menores, porque cada vez que los soldados israelíes realizan una acción armada, supuestamente contra Hamás, el balance da cifras de niños muertos (nunca asesinados en los editoriales del diario El País). Se calcula que tres cuartas partes de las personas asesinadas en la Franja de Gaza son mujeres y niños, a las que hay que añadir los menores que mueren víctimas del hambre y las heridas, al haber sido destruidos los hospitales. El Estado de Israel, a través del gobierno de Netanyahu, tiene muy claro que Hamás le está sirviendo de excusa para abortar la continuidad del pueblo palestino en la tierra que le pertenece mediante la masacre de menores y también de mujeres. Estados Unidos y la Unión Europea no sólo lo consienten sino que siguen armando a los verdugos. Además, como pudimos leer en un reciente artículo de Rafael Narbona, la destrucción de Gaza no es un castigo a Hamás por el abominable atentado del 7 de octubre, sino parte de una estrategia de Tel Aviv para adueñarse de “las reservas energéticas de toda la cuenca del Levante, incluyendo las de Palestina, las del Líbano y las de Siria”.
DdA, XX/5.745
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