Por razones sentimentales que ahora no vienen a cuento y que tienen que ver con mi memoria y la belleza interior de esta iglesia que mi estimado amigo Goti del Sol ha sabido captar cuando más luz transpira por sus excelentes vitrales, lamento muy de veras lo que el articulista expone en el siguiente artículo, en el que, de paso, anota la ignorancia de la derechona gijonesa con relación a la juerga antiblasfema a la que se apuntó con respecto a una Última cena inexistente, pues en los Juegos Olímpicos de París lo que se escenificó fue El festín de los dioses, del pintor nerlandés Van Biljert, una obra que se encuentra en el museo de la localidad francesa de Dijon. Estarían a tiempo de rectificar si quien está al frente del templo tuviera un mínimo de respeto a la cultura, pero cuando se programan esas perfomances más bien quienes las organizan se reafirman en esa falta de respeto a la cultura y a la verdad. Es lo que toca en ese espectro ideológico en estos tiempos de mentira global.
Vicente Bernaldo de Quirós
Tomando como base el dicho de que la mancha de una mora con otra mora se quita, la ultraderecha cristiana ha organizado una perfomance, que no deja de ser una blasfemia porque fue perpetrada en un templo católico, contra lo que entiende que fue una blasfemia durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos por haber ironizado sobre el cuadro de la última cena. No hubo mucha gente, porque el fascismo eclesial no tiene demasiada percha entre los gijoneses, pero sí hubo declaraciones altisonantes de la concurrencia que llegó a plantear que la unidad con Dios está triunfando en el mundo. Formas de vivir, que podría cantar el gran Rosendo, si fuera testigo de esta cuchipanda.
La Iglesia del Sagrado Corazón, la Iglesiona para todos los que conocen el templo, ha venido protagonizando en los últimos tiempos una serie de actividades coincidentes con los postulados de la extrema derechas, que se siente en la llamada basílica, aunque no lo sea oficialmente para muchos cristianos conocedores de sus interioridades. No sé si en este retroceso ideológico tiene algo que ver el nuevo párroco, Manuel Robles, pero sí que se apuntó a la juerga antiblasfemia que le generó cinco minutos más de gloria.
La derechona gijonesa anda muy activa en los últimos tiempos, aunque no todo lo que emprende le sale bien. El otro día un animoso grupo de patriotas rojigualdos se colocaron delante del ilegal monumento a los Heroes del Simancas, que se encuentra en el colegio de la Inmaculada de Gijón para cantar el Cara el Sol y recordar los tiempos en los que pensaban que volverían banderas victoriosas. Lo que ocurre es que el escándalo por esta desmemoria histórica fue tal que no parece difícil que el Gobierno asturiano obligue a retirar el monumento, por mucho que les moleste a los adalides del franquismo.
Uno siente cierta perplejidad por cómo una supuesta agresión a la religión católica en París provoque una reacción tan sicalíptica a muchos kilómetros de la capital francesa mostrando su malestar y pesar por el tratamiento a lo cristiano y utilicen como altavoz de su irritación una iglesia que parece el lugar más inadecuado para que se produzca un acto de estas características.
Pero lo curioso no es la ofensa recibida por los católicos, sino la ignorancia de los que incitan a esta rehabilitación de la fe, ya que la supuesta agresión al cuadro de La Ultima Cena solo existió en la mente de los resentidos, sino que se trataba, a juicio de los organizadores de los Juegos de 'El festín de los dioses' del holandés Van Biljert, que se encuentra en un museo de la ciudad francesa de Dijón. A lo mejor esa es la causa de la perfomance ultra cristiana porque Dijon y Gijón se parecen mucho.
Yo no sé si al párroco de la iglesia del Sagrado Corazón le interesará mucho que se vincule el templo del que es responsable con el nuevo fascismo que se vislumbra en esta ciudad. Es posible que acudan turistas religiosos de pelaje derechista, que dejen unas cuentas perras en el cepillo de la parroquia, que es bueno para el convento, pero no tengo claro que le arriende la ganancia. El sabrá.
DdA, XX/5.735
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