Félix Población
"No tenemos ningún problema con el turismo, ni con las viviendas turísticas, ni con los precios de la vivienda y el alquiler ni en Oviedo ni en Asturias. Tenemos que seguir haciendo caja para la hostelería y los grandes tenedores inmobiliarios", piensa y parece querer decir el ex banquero, discípulo de Mario Conde, metido a Alcalde de Oviedo, según comentario de mi estimado Celso Miranda.
A Canteli, como a la alcaldesa de Gijón, lo que le interesa es que los mencionados sectores sigan haciendo caja, como en su día les interesó a quienes gobernaban esta ciudad, a finales de los sesenta y años siguientes, privilegiar a los constructores para hacer del plano urbano de Gijón un desastre urbanístico y arquitectónico con tal de especular con el metro cuadrado para dar cabida a las miles de familias que, procedentes del interior de la región y del país, acudieron a buscar empleo en la crepuscular y todavía pujante villa industrial de Jovellanos.
A mi entender, entre aquel desarrollismo desbocado, sin ningún respeto a la memoria e identidad histórica de Gijón, y este turismo en ciernes de desbocarse existen algunas semejanzas. La principal es aquella que va en detrimento de la propia vida vecinal consuetudinaria y de la pérdida de personalidad de la ciudad en sí, con tal de privilegiar a quienes están en ella en calidad de huéspedes y dejan dinero.
Como gijonés ausente he venido notando este fenómeno desde hace unos años y creo que puede tener un porvenir nada saludable para los residentes en aquella villa y para los propios valores y encantos incuestionables de paraíso natural con el que se ha venido Asturias como foco de atracción turística. Si lo que únicamente mueve al alcalde Canteli es "seguir haciendo caja para la hostelería y los grandes tenedores inmobiliarios", y a su camarada y colega en Gijón también le va este rollo a base de hacer del callejero gijonés un mercadillo sin fin de casetas hosteleras, más les valdría reparar en los efectos que tuvo la desmesura del desarrollismo para evitar los de la desmesura del turismo.
Sólo hace falta, para irreparable mal de Asturias y de quienes la habitan y disfrutan, que la masificación turística ya perceptible e in crescendo, acabe con una región privilegiada por naturaleza. Es lo que parecen estar haciendo en Cangas de Onís algunos desalmados que visitan el puente medieval para arrancar sus cantos rodados y arrojarlos al río Sella, según leo en el diario La Nueva España.
Debería alarmarnos esta muestra de barbarie con una joya de nuestro patrimonio artístico nacional, pero hay otras que también podrían derivarse de los afanes que con tanto celo defiende un discípulo de Mario Conde, metido a alcalde de Oviedo, o una alcaldesa que para serlo recurrió a un partido de extrema derecha que desprecia la lengua asturiana.
DdA, XX/5.740
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