Todavía no puede llegar a creerse este Lazarillo que, una vez celebrado el debate cara a cara entre Trump y Biden el pasado mes de junio y comprobado el estado de deterioro mental del actual presidente de la nación, el partido demócrata no se haya dado cuenta antes de que con tal candidato no tenía nada que hacer en la elecciones a celebrar el próximo otoño, incluso frente quien jaleó a sus fieles para que atentaran contra El Capitolio y fue declarado culpable en un juicio penal. Me pregunto si el muermo de los demócratas por su falta de previsión no poniendo antes remedio a eso, obedeció a la mera negligencia o si lo que acaba de suceder con la retirada de Biden estaba en cierto modo previsto, dado el entusiasta respaldo con el que de inmediato contó en el partido la que con toda seguridad será la candidata a la Casa Blanca. ¿Buscaban los demócratas este favorable efecto sorpresa que Kemala Harris pueda haber deparado como segunda mujer candidata a la presidencia de Estados Unidos en el electorado contrario a la posibilidad de que Trump se siente otra vez en el Despacho Oval, reforzado por el atentado fallido contra su persona? Pienso que algo debe de haber de esto, aunque para ello fuera necesario mostrar en televisión a Joe Biden en manifiesto declive. Ya sabemos lo cruel que a veces es la política.
David Pablo Montesinos
Desconozco si Joe Biden ha tardado tanto como se ha dicho en convencerse de que debía abandonar la carrera presidencial o si él ya sabía, tras el desastroso debate con Trump, que su carrera hacia las presidenciales había terminado. Lo que parece claro es que difícilmente una organización tan poderosa como el Partido Demócrata podía asistir a un proceso de inevitable catástrofe electoral sin hacer nada. A Biden le toca acabar dignamente su legislatura y retirarse sin hacer demasiado ruido. Su función ya la ha cumplido: vivir cuatro años en la Casa Blanca sin ser Trump, es decir, sin que parezca que la nación más poderosa de la Tierra está dirigida por un macarra.
Bien, ya no está Biden y ahora está Kamala Harris. No entraré muy a fondo en la trayectoria de la nueva candidata, que contiene algún que otro claroscuro, pero, puestos a comparar, sé que al menos no me provoca tanta desconfianza como la de Biden. Si alguna vez es inconveniente ser una mujer de color, no tengo duda de que estamos en ese caso… Si con sus condiciones esta señora se postula para ser Presidenta de los USA es que debe ser una bestia.
¿Vale de algo que, además de progresista, la posible futura Presidenta de los EEUU sea mujer y negra? Me parece crucial contestar a esta pregunta tan básica porque en función de la respuesta estaremos decidiendo si el sistema democrático tal y como hoy lo entendemos tiene alguna legitimidad.
En un entorno “civilizado” como el que conozco solo puede producir desdén alguien que duda de que Harris pueda ser una buena estadista por ser mujer y de color. Hay muchos así, ya están saliendo, pero no es a esos a quienes dirijo la pregunta porque aunque viven en una democracia aún no han entendido en qué consiste. Le daré algo más de contenido a la pregunta: ¿podemos creer que precisamente por sus circunstancias y su trayectoria puede Kamala hacer algo a favor de una sociedad más justa, cohesionada y menos violenta y despiadada? Perdonen si soy algo simplista, pero para mí es muy simple: ¿puede actualmente la política parlamentaria hacer algo para que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres?
Hace tiempo que entendí que no es prudente esperar demasiado de la política. Pero hay cuestiones como la degollina de Gaza, la salud pública o la problemática de la inmigración en las que, ya ven, prefiero tener al timón a Harris que a Trump –o a Biden-. Sospecho que no va a satisfacerles esta respuesta, pero es la que puedo ofrecer. Es aquí cuando vienen las inevitables adversativas. ¿Aún crees en la política parlamentaria? ¿No te das cuenta de que esto, como ya pasó con Obama, es pura cosmética?
Insisto, no creo que debamos esperar demasiado de la política, pero si no esperamos –ni exigimos- nada de ella, entonces a quien de verdad estamos ayudando es a Trump y a otros por el estilo. “Las grandes corporaciones domesticarán a Kamala cuando llegue a la Casa Blanca, si es que aún queda algún rastro de rebeldía y socialismo en ella.” “El Demócrata es un partido pro-sistema, promocionarán la corrección política y dejarán que el gran capital viva tan tranquilo como con Trump”. “No se atreverá con Netanyahu”.
Es posible, la izquierda –suponiendo que Kamala Harris sea izquierda- tiene una inagotable capacidad para decepcionar. Sin embargo, pregúntele a Netanyahu, a Putin, a los tiburones de Wall Street o a los dueños de las megacorporaciones yanquis si prefieren a Donald o a Kamala. Y de paso pregúntenlo también a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, que por cierto abarcan muchos millones de ciudadanos. Históricamente, el socialismo democrático ha convertido en instituciones muy sólidas algunas de las más justas reivindicaciones de las clases populares respecto al derecho, la educación, la sanidad o la libertad… No anda en su mejor momento, pero a día de hoy no me han demostrado que haya nada mejor.
Votaré a Kamala… aunque no me dejen.
DdA, XX/5.715
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