Podría ser un síntoma inequívoco de que la poesía actual en España dista mucho de ser la de otros tiempos más propicios al verso. Me gustaría saber a propósito de esto la opinión de aquellos y aquellas poetas de cierto prestigio actualmente. Toda mi admiración para el poeta y escritor que da nombre al premio. Si, tal como ha escrito el jurado en su acta, la poesía es parte y función de la vida, deberíamos preocuparnos.
EL CERTAMEN DEL PREMIO INTERNACIONAL DE POESÍA CENTENARIO DE ANTONIO PEREIRA, CON 1.326 POEMAS PRESENTADOS, HA QUEDADO DESIERTO. SE DICE QUE LA POESÍA ACTUAL ES POBRE Y NEGATIVA
1.- DESIERTO EL PREMIO DE POESÍA ‘ANTONIO PEREIRA’
Diario de León – El jurado del premio internacional de poesía Centenario Antonio Pereira lo ha declarado desierto al considerar que ninguna de los 1.326 poemas presentados «ofrece el nivel de excelencia que haría justa la concesión de este galardón», dotado con 25.000 euros, por lo que la fundación que lo convoca ha decidido sustituirlo por una beca de apoyo a la creación literaria.
El jurado que tuvo que valorar los poemas, reunido en la casa-museo de la Fundación Antonio Pereira en la capital leonesa, incidió en la «dura situación» por la que atraviesa la poesía para justificar su decisión de no premiar ninguna de las obras presentadas.
2.- COMENTARIO DE EDUARDO AGUIRRE: ‘GRAN VERSO SUELTO’
«Me pregunto qué habrá dicho Antonio Pereira, allá arriba en su Parnaso, al conocer que han dejado desierto el premio internacional de poesía convocado por su fundación, y al que fueron presentados 1.337 poemarios, procedentes de distintos países y continentes. Algo con retranca berciana, seguro. Y no hiriente, ni para los juzgados ni para sus juzgadores. No han encontrado nada premiable.
El jurado -Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre y Pilar Pallarés- ha incluido en su acta un lamento acerca del estado de la poesía actual. En las redes, hay quienes se preguntan si cuando toda la clase suspende la culpa es del alumnado o del profesor. Lo ignoro, solo soy un juglar de columnas.
Se argumenta en el acta que tanta participación conlleva dificultades casi insalvables, y que la mala calidad no les permitía otra decisión. «Este jurado no piensa que «estamos en una edad de plata de la poesía» o «en un nivel con significación histórica relevante». Cuando se llevan leídos 300 poemarios malos, el siguiente te parecerá incluso peor, aunque no lo sea tanto. A lo mejor, un poeta no es el mejor juez de poetas. A lo mejor, nadie debe serlo. Visto lo visto, mejor cambiarlo por una convocatoria de becas, como finalmente se ha hecho. Y qué gran responsabilidad concederlas, mayor que elegir una obra ganadora.
A los poetas vivos solo les deberían juzgar los poetas ya muertos; estos tienen tiempo, perspectiva y bonhomía. Escribir poemas no conlleva necesariamente que contengan poesía, pues esta es resultado no etiqueta. Quizá, el jurado nunca debió aceptar este difícil encargo. O juegas, o arbitras.
Lo he expresado aquí otras veces: un verdadero escritor -poeta o no- sabe que siempre fracasa, incluso cuando gana. Mientras que haya sufrimiento en el mundo no puede haber premios de los que enorgullecerse demasiado, incluso cuando son merecidos. Aunque, supongo, pagan facturas e impiden que termine en la papelera algo que quizá merece ser salvado.
‘Pobre y negativa, es la situación de la poesía en lengua castellana española. Este es nuestro juicio’, dictaminan. No sé si muy acertados o muy injustos. Y sí, me pregunto qué habrá dicho Pereira, en su Parnaso. Fue gran verso libre, incluso en la prosa».
3.- ACTA DEL JURADO
En León, España, en la casa-museo de la Fundación Antonio Pereira, situada en Avenida de la Facultad de Veterinaria, número 29, piso tercero, siendo las diecisiete horas quince minutos del 24 de junio de 2024, se reúne el Jurado designado por la Fundación para decidir el fallo del Premio Internacional de Poesía Centenario Antonio Pereira, cuyo plazo de admisión de originales en opción se cerró el 31 de octubre del 2023. Este premio está dotado con 25.000 euros. y la publicación de la obra en edición no inferior a mil ejemplares, de los que el autor recibirá una décima parte.
El Jurado está integrado por los escritores Pilar Pallarés, Premio Nacional de Poesía 2019; Juan Carlos Mestre, Premio Nacional de Poesía 2009; Antonio Gamoneda, Premio Cervantes 2006. Actúa como secretario, con voz, aunque sin voto, Joaquín Otero, vicepresidente de la Fundación. Los tres miembros titulares han leído, cada uno de ellos, la totalidad de los poemarios presentados.
Se inicia la sesión revisando el registro de originales recibidos, que consta de 1.337 poemarios. De éstos, 508 proceden de España y el resto de los siguientes 36 países: Alemania (4); Argentina (106); Austria (1); Bolivia (9); Brasil (5); Canadá (1); Chile (58); Colombia (83), Costa de Marfil (1); Costa Rica (14); Cuba (60); Dinamarca (1); Ecuador (23); El Salvador (9); Francia (6); Guatemala (4); Honduras (2); Inglaterra (3); Irlanda (1); Israel (2); Italia (4); México (91); Nicaragua (8); Nueva Zelanda (1); Panamá (4); Paraguay (3); Perú (38); Portugal (2); Puerto Rico (2); República Dominicana (10); Rumanía (1); Suiza (1); Uruguay (15); USA (24); Venezuela (32); Sin mención de país remisor (96).
Del total procede restar 4 originales, retirados por sus autores a causa de que las obras han sido distinguidas o premiadas en otras convocatorias. También se eliminan 6, retirados sin hacer ninguna alegación y 1 por incompatibilidad evidente con las bases. Resultan así 1326 poemarios presenciales y se verifica que esta cifra coincide con la de los originales leídos por cada uno de los tres miembros del Jurado.
Para que conste en acta, el Jurado reconoce el retraso (hecho público por la Fundación el 26 de febrero pasado) que, sobre las fechas previstas, ha afectado a la reunión resolutiva del certamen. Las causas son suficientes y objetivas: los 60 días calculados para el trabajo total, bastarían para resolver una concurrencia numerosa, normal; no es así en este caso, dado que la concurrencia se elevó hasta crear un “imposible”: sin un solo día de descanso, en los dos meses calculados, cada jurado habría tenido que leer más de 20 títulos diarios, con unas 1.200 páginas, como mínimo. La imposibilidad es clara.
En circunstancias análogas, los recursos, habituales de gran parte de las instituciones españolas, consisten en habilitar “equipos de lectura y selección previa”, o en “repartir los libros entre los jurados”. Los aquí presentes manifestaron su negación a las dos posibilidades: las consecuencias de tales procedimientos son, no ya irremediablemente aleatorias, sino inevitablemente injustas. La simple observación aritmética lo demuestra: todas las obras no son leídas por las mismas personas ni por idéntico número de personas. Y en los casos de “equipos de lectura y selección previa”, habrá obras que no son leídas por ningún miembro del jurado titular responsable.
Este Jurado no postula únicamente una actitud propia; aspira a que, en el futuro, la Fundación Antonio Pereira haga suyos sus juicios y propuestas, y, en lo que concierne a otras instituciones, sean públicas o privadas, agradecerá observar posiciones análogas y decisiones ejemplares que podrían, incluso, mejorarlas.
Pero es cierto que las soluciones de circunstancias y resultados indeseables no están todas en el literal de las convocatorias ni siempre en el criterio de las instituciones. Contra la opinión, extrañamente abundante en periodistas medianamente informados, comentaristas ocasionales, críticos y profesores poco inclinados a las revisiones rigurosas, este jurado no piensa que “estamos en una edad de plata de la poesía” o “en un nivel con significación histórica relevante”. Estas subidas calificaciones son las que suelen manejarse y son asumidas en silencio por las instituciones. Aunque el caso deba ser colocado en otros contextos, no parece muy distinto en los países de lengua hispano-castellana de América, con las posibles excepciones locales de México D. F. y Buenos Aires. En cuanto a la poesía en otras lenguas españolas, este jurado hace mención del excelente estado de la poesía gallega, y, por una prudencia que tiene en cuenta limitaciones propias en el conocimiento, no hace mención de la poesía española en otras lenguas.
Considerada en conjunto la poesía en lengua española con sus naturales diferencias internas, el rasgo representativo de su calidad es el carácter plano; caracterización ésta que, apartándose de la vulgaridad conformista, puede ser y casi siempre es negativo.
Y así, plana, inclinada a manifestarse pobre y negativa, es la situación de la poesía en lengua castellana española. Este es nuestro juicio, Su responsabilidad y su sinceridad nos cuesta alguna tristeza.
Observar sin fobias ni prejuicios nuestro siglo poético, el mismo que se dice “de plata” aunque apenas comenzó a serlo, nos lo muestra troceado y enviado en buena parte a los nichos académicos. La visión realmente comprensiva tiene que partir de la muy cierta y muy truncada Generación del 27, eso parece claro. Luego, cargados ya con la guerra, –una guerra que se dice civil, y que social, política y culturalmente permanece irresuelta, – se suceden individualidades y grupos de edad, con carácter residual o novicio, caprichosamente trufados por pseudogeneraciones y microgeneraciones; minuciosamente arruinados también por la muerte natural sucesiva durante tres cuartos de siglo. Finalmente, aparece una juventud apenas tipificada y apenas visible, limitada a una cultura más bien callejera.
Contando con el distraído mosaico, en los segundos cincuenta años del siglo mal calculado, hay que situar también hechos que pueden explicar el menudeo de carencias, y quizá también cierta pesadumbre final. Véase: La desaparición de las “ideologías y las religiones clásicas”, reemplazadas, en tanto valores y metas, por el consumismo; el ya iniciado desmantelamiento del núcleo familiar, sin reposición funcional de ningún tipo; la alteración y decadencia de los valores humanistas inherentes a estos dos hechos; el desconcertado entendimiento de la lucha de clases; la precariedad de los recursos económicos, particularmente en los jóvenes; la separación “exiliar” creciente de los “mayores” (solos o en las residencias); el uso vicioso de la telefonía móvil por parte de los muy jóvenes… Es fácil prolongar el listado, pero añadiremos sólo una causa más: la tecnologización global de la vida. Parece innecesario enumerar sus muchísimas parcelas. De los salones de apuestas a la desaparición humana de las cadenas de trabajo, tenemos de todo.
También parece natural preguntar por qué y cómo estos hechos marcadamente contemporáneos se entienden determinantes de la caída cualitativa, sobre todo, de la poesía, pero ésta es una pregunta apenas formulada y apenas contestada; sin embargo, es básica y elemental.
Las preguntas y las respuestas existen, y existe también, en unas y otras, una realidad olvidada que hay que recordar. Una realidad que sobrepasa los valores académicos y es “potencia mayor” de la convivencia y el conocimiento: la oralidad, creadora de pensamiento y de virtudes (y de inmediatez o proximidad entre seres humanos, no se olvide). La poesía no es ni nace de la escritura; su naturaleza está en la oralidad: en una función primordial de la vida.
Esto está casi olvidado, pero esto ha sido y es así para siempre y quizá desde siempre: la poesía cierta no es literatura referida a la vida: es parte y función de la vida.
Ni la Fundación Antonio Pereira ni nadie ha encargado a este Jurado teorizar o redactar diagnósticos sobre poesía, pero tampoco se lo han prohibido, y, que un acta sea o no buen lugar para hacerlo, es cuestión opinable. No parece desconcertado reflexionar sobre hechos que afectan a lo que puede hacerse difícil en nuestras manos. Directamente: la poesía que lo es, supone conciencia en términos de certidumbre necesaria. Para crear conciencia hay que reflexionar y hablar.
Partiendo de esta convicción, el jurado no cree estar juzgando un asunto menor o arreglando un malestar frívolo, sino trabajando para la res pública profunda, intentando reparar algo en la atonía transitoria de un servicio que es parte de nuestra trama “asistencial y existencial”. Es conveniente por tanto que el Jurado se implique “en el asunto grande” movilizando reflexiones.
Ya vinculantes, se intercambian opiniones y juicios sobre los originales presentes en el concurso y sobre la improcedencia de declarar finalistas. El Jurado está de acuerdo en que ninguno de los 1326 libros presentes ofrece el nivel de excelencia que haría justa la concesión de un premio internacional, y decide por unanimidad declarar desierto el Concurso Internacional de Poesía Centenario Antonio Pereira.
Para constancia y efectos, se incorporan a este acta los siguientes párrafos, que se toman literales de las bases del premio (Bases Quinta y Sexta):
“Quinta. … Este fallo será inapelable [el Jurado no podrá dividir el premio ni otorgarlo compartido, pero sí, con fundamento suficiente, declararlo desierto]. En este caso, la dotación no será retirada, sino que el premio se reconvocará, o se acumulará su dotación a otro premio que tendrá carácter literario.
Sexta. … corresponde únicamente al jurado [ la interpretación de estas bases]”.
Atendiendo al párrafo anterior y a criterios ya recogidos en la presente acta, el Jurado recomienda a la Fundación Antonio Pereira que realice la recuperación de su iniciativa en favor de la poesía y de los poetas, cuanto antes, porque la situación es transitoria y los estímulos generosos pueden abreviar el tránsito.
Siendo así, sería oportuno que el estímulo vinculado al “Centenario Antonio Pereira” se restableciese, al menos con igual cuantía, este mismo año. En cuanto a su carácter, vista la situación general, el Jurado recomienda a la Fundación que estudie sustituir el Premio por un sistema de beca o becas, más propio y eficaz actualmente, como parece indicar el que, si el Premio gratifica una obra ya hecha, la beca supone favorecer la creación de una nueva obra.
A las veintiún horas, treinta minutos del día ya expresado, se levanta la sesión.
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