Valentín Martín
En casa de Teresa la feria del libro dura todo el año. Mucha culpa tiene el librero Ricardo que llega todas las semanas, aparca su moto más grande que él a la puerta donde el frutero se embelesa con la cilindrada GP, olvida melocotones y su ricura para adultos y nietos también, la florista ya sabe que vuelve a crecer el honor de la espiga y la rosa, y el galán vuelve a salir conduciendo la invalidez del amigo hasta la sombrita donde pasarán la mañana hablando de la República de Siena nacida en 1125 después de rendir el poder episcopal. Nunca conoció la ciudad tanta prosperidad que con aquel temprano republicanismo. Y es natural si los toscanos dejaron de sostener a la iglesia y a la monarquía, esto resulta de EGB.
Luego del parlao aperitivo los dos amigos comerán. Uno le dice al otro que tiene miedo al mar. El otro que también. Les unen muchas cosas pero en este caso los motivos, no. El miedo de uno a las profundidades parece natural. El otro es más de arrecifes y su miedo parece más largo: un miedo al mar porque no se acaba nunca.
No mencionan otro miedo que tiene su ala negra, como la agresión que acaba de sufrir uno de los suyos, un cómico ante la irrupción de un espectador. Ni se les ocurre romper el día con la posibilidad de que las elecciones que se avecinan "normalicen" el fascismo como ocurrió en el pasado.
Ricardo ha traído esta vez a Federico García Lorca, el poeta que no se acaba nunca como el mar. Hace un año o así una ciudad se preguntaba qué hacía Federico allí. El amigo le dice a Ricardo que Federico en casa de Teresa siempre estará bien. Y que los dos libros que ha traído valen tanto como la feria donde otros amigos cumplen con la liturgia de acercarse a la gente como hizo el poeta asesinado.
Hablar de Federico es acercarse a un dios. El amigo le dice a Ricardo que tal vez su poesía más abundante esté en su teatro. Pero que el libro "Poemas en prosa" que publica La Veleta en la colección que dirige Andrés Trapiello es tan bueno para la salud como la mejor costrada que se acaban de comer.
Lo mismo puede decirse en De viva voz, un libro que recoge las conferencias y alocuciones del poeta. Felicitaciones y gracias a Víctor Fernández y Jesús Ortega que se han ocupado de la edición.
Y a Luis Buñuel por definir tan certeramente a Federico con el fuego de la amistad y la devoción de este título que parte la tarde en dos.
No volveré nunca a Granada pero Granada no deja de venir a mí. Como una última luz, que escribió el hijo tan amado de don Federico y doña Vicenta.
DdA, XX/5.572
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