Cristina Fallarás
He visto ya demasiadas veces escrito G*ZA o G4Z4 en las redes sociales como para entender que alguien sabe algo. Saben que si escriben GAZA, con sus dos vocales, su dos aes, con todas sus letras, si escriben GAZA tal cual es, ese mensaje sufrirá algún tipo de consecuencia adversa. No sé, desaparecerá, será censurado o eso a lo que llaman el algoritmo, y es el dedo de dios de la doma, hará que no circule, que no se vea. Yo no sé cómo funcionan esas cosas de las redes, más allá de mis pezones.
Ah, los pezones... Un día desaparecieron de las redes los pezones. No sé si de
todas las redes, pero con una basta. Basta que una red prohíba los pezones de
las mujeres y, pese a eso, las mujeres la sigamos usando, permanezcamos ahí;
basta eso para que hayan ganado algo. ¿Qué? La brida de una humillación, otro paso en la
doma de nuestros cuerpos y mentes, la negación de lo que existe, la construcción de un
castigo, la imposición de la vergüenza por ser. Podría seguir...
No
se trata de desaparecer las cosas, sino de clavarles en el pecho la estrella de
lo maldito, connotarlas. Para empezar, si en cada pezón de cada mujer clavas
una estrella los conviertes en innombrables, punibles. Para empezar. Y digo para empezar, porque
ya escribimos V*LV4 en vez de VULVA, P3N3 en lugar de PENE, S3*O en lugar de SEXO. Y ahora, G*AZA.
Cada
paso anuncia el siguiente. Ellos —¿quiénes son ellos?— nos clavan la estrella
de lo maldito en los pezones, en las causas justas, en el derecho al placer,
puedo sentir sus espuelas contra mi carne. Sin embargo, la espina de todo esto
no reside en esa manera obscena de desaparecer lo nuestro, sino en el siguiente
paso. Y ese paso consiste en nuestro propio permanecer ahí. Seguimos en esos lugares, y
en tanto en cuanto permanecemos, participamos, somos cómplices, colaboramos. Esa y no otra
es su mayor victoria. Porque sabemos que somos cómplices obedientes, y el caracol de la culpa que
eso implica, nos empuja al silencio. Yo, tú, nosotras no nos engañamos, sabemos que
permanecemos en un lugar donde a las mujeres nos desaparecen los pezones, los
criminalizan, nos desaparecen las palabras, nos desaparecen las denuncias de
genocidio en Gaza. Creo que deberíamos empezar ya de una vez a barrer la basura
de la culpa que todo eso nos echa encima y escribirnos, al menos escribirnos con todas las
letras.
Empecemos por GAZA.
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