viernes, 31 de mayo de 2024

DE LAS BRAGAS DE DOÑA EMILIA AL NOBEL BOICOTEADO A GALDÓS


Valentín Martín

Hay un pimpollo que ha llegado a prócer y manda mucho, más que el jefe. Eso, con ser contraproducente, no es lo peor del pimpollo. Lo que chirría más que los ejes de mi carreta es que el pimpollo nos quiera enseñar a vivir a la manera de la Sección Femenina. Sus doctrinas concuerdan: la mujer, madre o monja. Y, buena esposa para tener listas las zapatillas para cuando el marido vuelva cansado al hogar. Porque trabajar, cansa.
Conviene recordar que las jefas de aquella Sección Femenina bebían sus ideas directamente de Berlín, allí iban y volvían con la doctrina pasada por el microondas del nazismo. No sé de qué fuente manan las maneras del pimpollo.
Porque dice que si todas las mujeres estudian no va a quedar ninguna para ser madre. Y se necesitan madres. Me recuerda a un cacique de mi pueblo sobre el que había bulos. Uno de los bulos le achacaba la respuesta que dio al padre de un niño muy listo para que le ayudase a estudiar. La cosa no fue exactamente así, porque al padre del niño listo ni se le ocurriría pedir al cacique lo que el cacique no dejó hacer a sus hijas: estudiar. En realidad el niño listo ya era un hombre de bien cuando su cuñado fue a ver al cacique para le ayudase a ser cartero. Pero lo que cuenta es la respuesta del cacique similar a la reflexión del pimpollo.
-Si todos son carteros ¿ quién trabajará las tierras?
El pimpollo ha leído poco y mal. Porque si conociese la historia de este país -que es la historia de nuestras mujeres- repararía, por ejemplo, en doña Emilia Pardo Bazán que fue esposa, madre, condesa, novelista, periodista, ensayista, crítica literaria, poeta, dramaturga, traductora, editora, catedrática, conferenciante, políglota, viajera y traficante de armas, sin dejar de ser mujer.
Una mujer que en el ejercicio irrenunciable de su libertad, dejó a su marido por un novio. El novio resultó ser don Benito Pérez Galdós, un hombre con vocación de soltero hasta la muerte.
El amor de doña Emilia y don Benito resultó ser furibundo en el buen sentido, sobre todo por parte de la condesa. Y a veces las urgencias se convertían en emergencias, cosa que todos hemos disfrutado. Como cuando iban los dos a consumar y consumaron en el mismo taxi de caballos que les llevaba. Doña Emilia se despojó tan rápidamente que su prenda más íntima salió arrojada por la ventana y le cayó a un transeúnte que pasaba por la acera.
Y después de la sonrisa, la dura realidad: doña Emilia Pardo Bazán y don Benito Pérez Galdós fueron víctimas del sector más conservador de la sociedad española y su catolicismo tradicionalista. A don Benito le boicotearon el Premio Nobel en 1912, y a doña Emilia la repudiaron por introducir en España el naturalismo, la novela social, y dar voz propia a la mujer trabajadora.
En la España del pimpollo no se darían doña Emilia y don Benito: serían pasados por la trituradora por querer ser sustantivos.

DdA, XX/5.570

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