Valentín Martín
He vuelto esta mañana al parque. No he podido estar mucho tiempo sentado en el banco porque me dolían las ancas. No sé si las ancas se quejaban por la dureza granítica del banco o de hambre. Hace mucho que no comen. Han pasado dos chicas riñendo. O a lo mejor no, a lo mejor me pasa como con el hijo de tío Julián, que cuando te habla no sabes si te da la bronca o te atusa. Una de las chicas está demasiado gorda de la cintura para abajo. O es cuestión de perspectiva, porque mirar sentado no es lo mismo que mirar de ojo a ojo en el baile de las viudas mientras suena noches de blanco satén. Como estoy sordo, he tardado en darme cuenta de que las dos chicas no reñían sino que hablaban con gestos, manoteando mucho más que Buster Keaton. Porque son mudas. Me he acordado de que hace cincuenta años había en el suburbio dos chicas muy guapas, mudas y con murmuraciones porque vivían solas. Esto de confundir las cosas se da mucho. Sin ir más lejos, en este mismo parque una vez me besó en los morros la novia del pescadero. Yo me dejé, y cuando terminó ella se dio cuenta de que yo no era el pescadero. Y se puso colorá. Se ve que venía con ofuscación, que la clandestinidad en el amor encandila mucho. En el banco de al lado un hombre delgado y joven vestido de vaquero como Kiko Veneno, bebía cerveza a morro de un botellón. Y cada vez que echaba un trago limpiaba el botellón con una servilleta de papel. Pero no limpiaba la boca del botellón, sino el botellón entero, como si no quisiera dejar huellas en el vidrio. Bebía, limpiaba, se subía al respaldo del banco, se bajaba, parecía nervioso o tenía prisa. Cuando ha acabado de beber el botellón se ha levantado y se ha ido hacia la estación del tren. He rogado que no sea el maquinista. Antes de volver a casa me ha llamado la asistente social para informarme. No sé qué me ha dicho. Sólo recuerdo que le he respondido con un plagio de criadillas: abril para vivir, abril para cantar, abril la primavera floreció, abril para sentir, abril para soñar, abril para encontrar un nuevo amor.
No sé si le vale a la loquera este ejercicio de amapolas y memoria. O la asistente social me ha quitado de su lista. Total para qué te vas a preocupar canta Dora María y qué razón tiene.
DdA, XX/5605
No hay comentarios:
Publicar un comentario