sábado, 16 de marzo de 2024

EL COCINERO JOSE ANDRÉS, DE TELONERO USA EN GAZA


Paco Faraldo

Hace dos o tres años, en un pueblo de León cercano a donde yo vivía, una mujer fue apuñalada y muerta por un hombre con el cual mantenía relaciones sentimentales. Otra historia que añadir a las que según dicen las estadísticas se producen en nuestro civilizado país a razón de más de una por semana. Después del asesinato, como suele ocurrir, hubo una convocatoria para expresar el pesar por un hecho de esta naturaleza. En los pueblos pequeños, a la repulsa lógica por estos acontecimientos se añade que las víctimas son personas conocidas, y lo habitual es que acudan a la llamada una gran parte de la población, así que allí nos concentramos un buen número de personas para manifestar nuestra condolencia y rechazo. Tomó la palabra el alcalde y a medida que avanzaba su intervención yo sentía que la indignación lógica ante lo que había ocurrido el día anterior se iba transformando en una cólera sorda hacia el munícipe; el hombre llevaba ya casi media hora hablando de aquella muerte de una manera tan aséptica que era difícil saber si se refería a un accidente doméstico o a lo que realmente había sucedido, es decir, un crimen cuidadosamente premeditado. Por supuesto, las palabras “machismo” o “asesinato” no aparecían para nada en toda su intervención que se concentraba en elogiar la ejemplaridad vecinal de la víctima, las virtudes de su familia y la necesidad de evitar la violencia, “todo tipo de violencia”, dijo. Cerrando los ojos, lo que oíamos podría servir perfectamente como homilía para la siguiente misa dominical, una forma de blanquear lo que realmente había sucedido y evitar entrar en análisis que tal vez pudieran incomodar a algunos de los varones presentes.
Me acordé de este episodio ayer, cuando se apareció en la tele el chef José Andrés, CEO de la World Central Kitchen, que, como corresponde a su profesión se ha convertido en el perejil de todas las salsas y surge con sus cazuelas en cualquier lugar donde se encuentre un humano en peligro de desnutrición, siempre que haya también una cámara cerca. Esta vez se trataba de servir de telonero a la ingeniosa operación puesta en marcha por Estados Unidos que, al mismo tiempo que sus aliados israelís bombardean a los gazatíes, van lanzando sacos de harina sobre sus cabezas. Mientras las imágenes de la tele se detenían en el vuelo de los paracaídas, José Andrés iba relatando las excelencias de su humanitaria intervención en favor de aquellos desgraciados sin que por supuesto aprovechara la ocasión para mencionar ni una sola vez palabras tan malsonantes como “bombardeo” “víctimas” o, mucho menos “genocidio”. Al alcalde del pueblo de la mujer asesinada le hubiera encantado.

DdA, XX/5587

No hay comentarios:

Publicar un comentario