Ana Gaitero
Han pasado 18 años y su recuerdo está intacto, la fuerza de la vida aún permanece en la ausencia triste, la alegría por encima de todos los reveses, el sabio pensamiento del silencio y el amor incondicional por cada una y cada uno de sus hijas e hijos. Han pasado 18 años y aún viene en mi ayuda cuando le necesito, porque siempre está. Qué suerte la mía ser la hija de un padre como usted, papá. Asterio Gaitero Barrientos (Villaornate, León 7 de octubre 1928- León 21 de febrero de 2006). Fue un niño de la guerra, uno de los que vio salir a su maestro de la escuela detenido para no volver porque acabaron con su vida en una cuneta. Mi padre fue adulto precoz en la posguerra al quedar huérfano y vivió los duros tiempos de escasez y estraperlo. Puedo decir que mi padre amaba la tierra y a sus ovejas, fueran propias o ajenas, a los perros y a sus nogales. Pastor fue la profesión con la que nos sustentó. Recuerdo cuando llevaba capote en invierno y su mochila y las cachas que él mismo se hacía. También probó la mina de carbón, en Caborana, Asturias, que dejó después de un accidente al que sobrevivió después de tres días encerrado en un agujero. Llevaba la marca en la frente. Cuando perdió la vista llegó a trabajar vendiendo cupones de Prodiecu. Y tras su jubilación cuidó las flores del jardín público a falta de aquel huerto que siempre ponía allí donde viviéramos. Nos impulsó a estudiar y ser independientes, nos inculcó la honradez, la prudencia (en esto no fui capaz de seguirle) y que cuidáramos unos de otros. Fue un abuelo orgulloso de sus nietos y nietas. Y lo estaría aún más al ver cómo ha crecido la familia en estos 18 años.
DdA, XX/5576
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