Félix Población
Ahora que el gobierno de Aragón acaba de derogar en aquella comunidad la Ley de Memoria Democrática, me quiero acordar de Felisa Casatejada Sanz. Se trata de la mujer que junto a su familia y algunas otras de la localidad de Casas de Don Pedro (Badajoz) hizo posible, cuando se estaba proyectando la Transición, una de las primeras exhumaciones de una fosa en la que estaban enterradas víctimas del franquismo.
Sucedió el 15 de mayo de 1978, a pesar del miedo y las amenazas que sus impulsores hubieron de soportar en su entorno. Entre el más de medio centenar de fusilados republicanos se encontraban los dos hermanos de Felisa Casatejada, asesinados con 17 y 19 años de edad en la finca conocida por el nombre de Las Boticarias. Para inhumar con dignidad sus restos mortales, Felisa cursó la petición de permiso correspondiente, que se le concedió si garantizaba ante el gobernador civil que no habría manifestaciones políticas ni homenajes de ningún tipo.
La iniciativa fue bien recibida en el pueblo, pero nadie estuvo dispuesto a ceder una excavadora, debido quizá a probables represalias, y hubo de recurrirse a otra localidad para conseguirla. La exhumación se llevó a cabo entre los días 13 y 15 de mayo, coincidiendo en este último caso con la fiesta religiosa local, San Isidro. Entre los objetos hallados se encontraron los alambres con los que habían sido atados los hermanos de Felisa y unas cananas de militares golpistas que se habían negado a disparar contra los prisioneros, en su mayoría militares republicanos de la Brigada Mixta 109.
Felisa Casatejada y su familia hubieron de afrontar las amenazas de la derecha, que hizo pintadas en el pueblo, distribuyó octavillas en contra suya, presionó al párroco y al alcalde de Casas de don Pedro para que evitaran el traslado de los restos mortales de las víctimas al cementerio. Felisa regentaba por entonces una carnicería en aquella localidad pacense. Algunos desalmados estamparon frente a su domicilio una pintada que decía: “En casa de la carnicera se venden huesos rojos para el cocido".
Felisa y los vecinos harían frente a aquellas provocaciones y a tantas otras presiones de los sectores fascistas de la provincia, que gozaban aún de bastantes resortes de poder. Un periodista de Interviú, José Catalán Deus, contó en su día en la revista (Casas de don Pedro, 39 años después de la matanza. El pueblo desentierra a sus muertos) los detalles de aquella exhumación. Faltaban todavía unos meses para que se aprobara la Constitución vigente y casi tres años para el intento de golpe de Estado de febrero de 1981, que según el antropólogo forense Francisco Etxeberria supuso un parón en aquellas primeras actividades de exhumatorias, llevadas a cabo de modo privado y con el único auxilio de la memoria oral.
Barrero Arzac, en un artículo sobre aquella matanza, escribió que el párroco de Casas de don Pedro pidió permiso al arzobispo de Toledo para que se le concediera una sepultura perpetua en el cementerio de la localidad “a favor de los muertos en acción de guerra” y allí está, en el panteón 220, compuesta de cuatro nichos, con fecha 7 de noviembre de 1978. Según escribió Paloma Aguilar en su libro Memoria y Transición en España. Exhumaciones de fusilados republicanos y homenajes en su honor, hubo individuos que llegaron a amenazar con la quema de los huesos extraídos de la fosa común y destruir el panteón, por lo que algunos familiares de las víctimas decidieron quedarse dos días enteros en el campo vigilando los restos y durante muchas semanas vigilaron también el cementerio hasta bien entrada la madrugada.
La memoria de Felisa Casatejada Sanz será siempre necesaria en un país libre. Máxime cuando un gobierno autonómico de ese país pretende seguir dejando enterradas como alimañas a las miles de víctimas de aquella barbarie represora durante y después de una guerra, de la que no se salvaron republicanos tan jóvenes como los dos hermanos de Felisa Casatejada de 17 y 19 años de edad, luchadores contra el fascismo y defensores de la democracia en uno de los últimos pueblos de España donde ondeó la bandera republicana antes de la dictadura y su largo y oscuro tiempo de silencio.
DdA, XX/5.569
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