lunes, 12 de febrero de 2024

CHOVE, CHOVE NA CASA DO PROBE/ E NO MEU CORAZÓN TAMÉN CHOVE

Lazarillo

Para quienes amamos y admiramos la lengua gallega desde que tuvimos oportunidad de leer y admirar a escritores como Ramón Otero Pedrayo (1886-1976), a quien llegué a conocer en su casa de Ourense, donde me recitó de memoria a su avanzada edad y sin la menor vacilación, ayudado eso sí por unas copas de Oporto, un largo poema de Eduardo Pondal (1835-1917), nos resulta bastante penoso y deprimente escuchar lo mal que hablan gallego algunos políticos de la derecha, ahora que todos los partidos concurrentes a las elecciones autonómicas en aquel país utilizan la lengua de Rosalía para los mítines. Por eso y porque conviene recordar a los poetas gallegos siempre, pero más en estos días que nos llegan esos discursos huecos de contenido y paupérrimos de expresión natal, quiere este Lazarillo transcribir el poema de otro de los poetas sobresalientes de aquella tierra, al que también tuve el gusto de conocer en su casa de Madrid hace muchos años y del que guardo un cariñoso recuerdo, en este caso sazonado con algunas copas de más de licor-café: Celso Emilio Ferreiro (1912-1979). Este, además, fue un poema que llegué a aprender de memoria en la mili, cuando tuve oportunidad de compartir amistad con otros compañeros de Galicia, Cataluña y Euskadi, con lo que empecé a conocer e intercambiar algunas palabras y expresiones de saludo de sus respectivas lenguas. El poema de Ferreiro se titula Invierno y dice así:  


Chove, chove na casa do probe/ e no meu corazón tamén chove.

 Dor da mau encallecida,/ dor da xente aterecida de frío polos camiños./ Dor dos vellos e meniños./ Dor dos homes desherdados/ e dos que están aldraxados.

 Mágoa da ferida allea./ Dor dos que están na cadea,/ dor que sofren a inxustiza/ e viven baixo a cobiza.

Mágoa e loito/ por tanto pranto que escoito./ No meu peito, sulagado,/ soturno, fondo, calado,/ un río de amor se move. 

Chove, chove na casa do probe/ e no meu corazón tamén chove.


Llueve, llueve en la casa del pobre
y en mi corazón también llueve.  

Dolor por la mano encallecida,
dolor por la gente aterida
de frío por los caminos.
Dolor por los viejos y chiquillos.
Dolor por los hombres desheredados
y de los que están ultrajados.

Lástima de la herida ajena.
Dolor por los que están en prisión,
por los que sufren la injusticia
y viven bajo la codicia.

Lástima y luto
por tanto llanto que escucho.
En mi pecho, anegado,
soturno, fondo, callado,
un río de amor se mueve.

Llueve, llueve en la casa del pobre
y en mi corazón también llueve. 

DdA, XX/5.565

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