viernes, 26 de enero de 2024

LA VOZ LABIAL Y SILBANTE DE MARILYN MONROE

Lazarillo

El poeta Rafael Guillén falleció a los 90 años el año pasado. Perteneció al grupo de autores de la Generación de los 50, entre los que se encontraban los poetas andaluces que rompieron el silencio de la posguerra Guillén (Granada, 1933) inició su actividad literaria en 1953 como miembro de "Versos libres",  un grupo de jóvenes escritores. Con la colección de poesía Veleta del Sur, que fundó y dirigió cuatro años después junto a José G. Ladrón de Guevara, comenzó a revitalizar el panorama literario en Granada. También como editor dirigió en 1982, junto a Francisco Izquierdo, la serie de fascículos sobre el barrio granadino del Albaicín Los papeles del Carro de San Pedro, pero fue mucho antes, en 1956, cuando publicó su primer libro de poemas, Antes de la esperanza, con el que inició una extensa trayectoria literaria que le valió en 1994 el Premio Nacional de Literatura por su obra Los estados transparentes. A ese reconocimiento siguieron el Premio de la Crítica Andaluza, el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca o, con anterioridad, el del Círculo de Escritores y Poetas Iberoamericanos de Nueva York, entre otros. A Guillén le debemos este poema dedicado a la voz de la actriz Marilyn Monroe, de la que se dijo, por su sensual característica jadeante, que obedeció a una táctica que la actriz empleaba para superar un tartamudeo de su niñez. Un logopeda la entrenó para adoptar ese estilo gutural y silbante, del que habla el poeta en sus versos, que acabó por ser un rasgo primordial de su personalidad como actriz y cantante, vertiente esta última que se analiza con precisión en el siguiente vídeo:

Tu voz.
Sólo tu tibia y sinuosa voz de leche.
Sólo un aliento gutural, silbante,
modulado entre carne, tiernamente
modulado entre almohadas
de incontenible pasmo, bordeando
las simas del gemido,
del estertor acaso.
Como un tacto de fina piel abierta.
Como un espeso y claro líquido absorbente
que envuelve tus adentros, que te sube
del sexo mismo hasta los labios,
que recorre tus dulces cavidades
antes de ser el soplo
caliente y sensorial que nos sumerge.
Tu masticada voz, que te desnuda
sutilmente, insidiosamente, como
si en derredor de tu cintura fuese
creando y disipando al mismo tiempo
mil velos transparentes de saliva.
Tu voz resuelta en quejas y mohines
que trasmina como un olor a cuerpo,
un tierno olor sedoso
que se propaga en ondas, que nos roza
tan delicadamente, que es posible
sentirlo por las manos y en las piernas.
Tu voz labial, visible,
como gustando el aire, como dando
forma a posibles moldes para besos.
Tu voz de oscura selva con riachuelos.
Clavado aquí, en mi hombría,
oigo tu voz, que late entre mis dientes,
y enmudezco la radio, y cierro el gesto.
Porque tú ya estás muerta;
porque hace largos meses que estás muerta
y aún es posible el grito enfebrecido.
Oigo tu voz carnal, y me pregunto
qué pasa aquí. Si acaso es esto un nuevo
pecado, o un castigo.

DdA, XX/5.551

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