miércoles, 10 de enero de 2024

DIARIO DEL AIRE, XX: EN UNA VENTUROSA MARGINALIDAD

 Después de casi veinte años como profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, Carlos Taibo, a quien estimo y admiro desde mucho antes de conocernos en el Café Comercial de Madrid, ha cambiado las aulas universitarias por los ateneos libertarios y aquellos otros centros de cultura y vida donde lo invitan a dar sus interesantes y amenas charlas, en las que sabiduría y amenidad se aúnan. Un centenar lleva este año por nuestro país y los vecinos, además de incorporar año tras año nuevos libros a su copiosa bibliografía sobre transiciones políticas en Europa, movimientos sociales, geopolítica, anarquismo, decrecimiento, etc. Este Lazarillo agradece especialmente la valoración que hace Carlos de este DdA, en su vigésimo aniversario, así como la predisposición y diligencia en hacerlo.


Carlos Taibo

Quiero formular cinco apreciaciones sobre el “Diario del Aire” y, en su caso, sobre su responsable, mi buen amigo Félix Población.

La primera me obliga a subrayar que el “Diario del Aire” es una publicación inusualmente plural. No se me escapa a mí, ni se le escapa a Félix, que nuestras posiciones respectivas -las atalayas desde las que escribimos- son a menudo diferentes. Nunca he apreciado en el caso de Félix ese sectarismo censor que tan frecuente y asfixiante se ha hecho en tantos lugares. Antes bien, y en lo que a mí respecta, me parece que buscaba premeditadamente que la disensión encontrase un hueco en su página. No puedo sino agradecérselo.
Quiero señalar, en segundo lugar, que el “Diario del Aire” es una publicación valiente. De esas que recogen lo que otros piensan pero, las más de las veces, no se atreven a poner por escrito. La tarea correspondiente no es cómoda. Granjea, por un lado, muchas enemistades y hace que se cierren, en paralelo, muchas puertas. Puertas, eso sí, que me da que Félix no ha tenido nunca mayor interés en abrir.
Me atrevo a añadir, en un tercer escalón, que la página del amigo Félix tiene un trabajo que no es precisamente menor. Me declaro incapaz de asumir una tarea titánica como la suya, que no es sino de alguien que disfruta de una disciplina férrea y de unos oídos que prestan atención singularizada a las materias dispares. Qué envidia me da Félix, capaz de acudir regularmente a la tarea de la escritura. Me viene a la memoria lo que, hace unos años, me costaba perfilar, una vez a la semana, los artículos de “El lector desmemoriado”. Al cabo tiré la toalla.
No está de más que identifique un cuarto motivo de admiración: en muchos de sus escritos Félix muestra un hermoso amor por el terruño que, en los tiempos que corren, a algunos imbéciles se les antoja ingenuamente romántico, cuando no peligrosamente negador de las esencias nacionales.
Va mi último motivo de admiración. Forzado por los hechos o en virtud de una decisión propia, Félix vive en una venturosa marginalidad. Cualquier lector moderadamente sensible y lúcido se percatará inmediatamente de la distancia que separa los textos del “Diario del Aire” y la miseria redundante que se revela en las redacciones de tantos periódicos, de tantas emisoras de radio y de tantos canales de televisión.

DdA, XX/5.535

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