David M. Rivas
El ayuntamiento de Madrid celebra estas navidades bajo el lema "Madrid, una ciudad con estrella". El cartel promocional es obra de Pablo García Conde-Corbal, un gallego conocido en el mundo artístico como Polinho Trapalleiro. A mí, personalmente, es un autor que aprecio y creo que es de los mejores ilustradores del Madrid que a mí me gusta recordar. Y digo esto porque su afiche, con un aroma a película de Peter Pan, dista mucho de representar el centro de Madrid. Me gusta particularmente la ventana iluminada de la buhardilla, que es exactamente igual a mi casa de Lavapiés, en la que viví cinco meses cada año durante más de veinte. Pero el conjunto es de un naif extremo. Ese Madrid no existe desde hace mucho tiempo. No quedan tabernas, ni floristerías, ni jugueterías, ni librerías. Madrid es una ciudad que no se quiere nada a sí misma, por no decir que, armada de estupidez, se odia a sí misma. Vas a Madrid y vuelves a los dos años y nada de lo que era permanece. Puede un caminante recorrer el Dublín de Joyce, la Viena de Zweig, el París de Toulouse-Lautrec, el Londres de Chesterton, incluso el Berlín de Mann, pese al destrozo de la guerra y el urbanismo soviético. Pero nadie encontrará nada del Madrid de Galdós y ni siquiera del Madrid de la farándula de la cuarentañada. Madrid, más que una ciudad con estrella, es una ciudad estrellada. Y, yo, que en los setenta aún llegué a conocer los cafés y las tabernas, también las librerías y las panaderías, lo siento mucho. Trapalleiro se ha inspirado, seguramente, en el espíritu elfo de Díaz Ayuso y El Corte Inglés.
DdA, XIX/5.522
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