martes, 5 de diciembre de 2023

COMPITIENDO EN LUCES EN UN TIEMPO DE SOMBRAS


Félix Población

Con la que está cayendo en el mundo, con dos conflictos armados mayores en Ucrania y Gaza que pueden tener consecuencias desastrosas para el planeta, y esa atroz masacre del pueblo palestino que, después de más de 15.000 muertos entre la población civil (de los que la mitad son mujeres, ancianos y niños), ha hecho por fin reconsiderar a Estados Unidos que son demasiados muertos, parece que en nuestro país lo que más se estila entre los Ayuntamientos de las distintas ciudades es competir en luces navideñas. Hasta ese punto de estupidez general se está llegando, cada vez, además, con mayor antelación. Podría llegarse al caso de preparar estos belenes a finales del verano y pensar ya para entonces en el diseño del árbol navideño más alto o en el espionaje de bombillas de una ciudad por otra para así lograr superarla. Lo más llamativo del caso es que parece que estas futilidades lumínicas son motivo de atracción para el respetable, que es capaz de sumar a los motivos turísticos de viaje habituales el de ver la iluminación navideña de tal o cual localidad. Ahí tenemos el caso de la ciudad de Vigo, cuyo alcalde hace del encendido navideño una efeméride, proclamada por la máxima autoridad municipal con un inglés macarrónico que no es capaz de mejorar año tras año. Si cada año me parece esto de superarse en iluminación navideña una desmesura sin sentido, con tantos muertos civiles entre la masacrada población palestina resulta una frivolidad difícilmente asimilable. No estoy diciendo con esto que se suman las fiestas navideñas en penumbra, pero al menos no hagamos de las luces y los árboles iluminados un motivo de estúpida competición entre ciudades cuando la llamada Estrella de Belén está indicando el lugar donde se perpetra una brutal matanza de inocentes ante la indiferencia o el respaldo de nuestro mundo occidental, lleno de lucecitas que cantan Noche de Paz.


Léase también: Navidades Thatcherianas, por Pablo Batalla

En uno de los dos bares de un pueblo de cuarenta habitantes de una olvidada comarca de la porción leonesa de la España vaciada, un cartel de la asociación de vecinos; el anuncio de un viaje organizado. Destino, el Vigo de Abel Caballero: se convoca a los paisanos a asistir a la inauguración de sus ya celebérrimas luces de Navidad. Por inconcebible que a algunos nos parezca, estas se han convertido en un fenómeno de masas; en la meca de un peregrinaje. SIGUE EN PÚBLICO

DdA, XIX/5.512

2 comentarios:

Anónimo dijo...

cada vez somos más borregos al tan tan de medios de comunicación moviéndonos hacia un consumismo esperpéntico.

Félix Población dijo...

Uno se pregunta si habrá alguna vez límite para esta borreguez galopante.

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