martes, 5 de diciembre de 2023

ARGENTINA VIVE EN SILENCIO LA SENSACIÓN DE UN NAUFRAGIO EN UN MAR DE MIERDA


Fabián Restivo

El 17 de octubre de 1997 el calor y la pesadumbre eran insoportables en Santa Clara. El calor apretaba como siempre, a pesar de algunas nubes chiquitas que no ayudaban en nada más que para mirarlas, pero la pesadumbre era un estado de ánimo que acongojaba tras siete días de duelo nacional en Cuba: se habían rescatado en Bolivia los restos del Che Guevara con seis de sus compañeros, y ahora llegaban los siete féretros en siete cureñas que afirmaban el sentimiento de infinita tristeza del pueblo cubano. Así estaba la plaza.

Todo presagiaba -con una vida de retraso- un día brutalmente dramático. Hasta a Silvio Rodríguez se le acababa de quebrar la voz cantando “La era está pariendo un corazón”, y la gente apretó los labios junto con él, pero nada generaba tanta necesidad de clarividencia como la ansiedad de adivinar qué iría a decir Fidel Castro.

Terminados los honores militares, Fidel tomó el micrófono y dio el discurso mas corto de su vida, cuyas primeras y últimas líneas aun resuenan: ”no vinimos aquí a despedir al Che y a sus seis combatientes. Estamos aquí para recibirlos y darles las gracias por venir a reforzarnos. ¡Bienvenidos compañeros heroicos del batallón de refuerzo!”. No fue la primera ni la última vez que a través de la palabra, Fidel Castro convertía una tragedia (de las tantas que pasó Cuba) en la esperanza de donde el pueblo pudiera sacar algo para salir de la tristeza y seguir adelante.

Todos guardamos recuerdos de momentos trágicos. Palabras o gestos, que acaso con el paso del tiempo no recordamos por qué fueron: la famosa foto del Che, tomada por Korda, cuyo gesto grave era por el atentado al barco Le Couvre, o la foto tomada por Ki Chul Bae, la del conscripto Roberto Vassie, llorando al paso del cajón que llevaba los restos de Perón.

Siempre hubo tragedias, o momentos graves tomados cómo tragedias, y siempre, de un modo u otro, acabaron siendo superadas con mas o menos pérdidas o ganancias en las cuentas finales. Casi siempre alguien dijo algo que sirvió. Y ahora sin duda, estamos frente a -nuevamente- uno de esos momentos.

La mayoría de los argentinos votantes eligió a favor del candidato que impulsaba la idea de que todo estalle por los aires, y todo indica que va a suceder. Mas allá de las causas y la novedosa y estéril modalidad de andar buscando a los dizqué prematuramente arrepentidos del voto, lo cierto es que las cifras resultantes son lo que son y va a pasar lo que dijeron que iba a suceder. Y se verá cómo se resiste. Ya no es como solía ser, con palabras, hechos, razones. Infelizmente las explicaciones políticas dejaron paso a las consignas y estas acabaron vencidas por dibujitos de colores que facilitan la forma de aceptar sin razonamiento. Y así llegamos a ver lo que nos muestran: el mapita de Argentina pintado en casi su totalidad de violeta, dejando en la oscuridad a los más de 11 millones de argentinos que votaron en contra del ganador. He aquí la construcción que vienen haciendo paso a paso hasta este punto donde un dibujito con colores cobra el poder de una verdad absoluta. Y nadie los contradice. No hay voces públicas. Ni siquiera por parte de los 120 legisladores del peronismo que fueron votados y que hoy, ya, deberían ejercer la defensa de los derrotados, ante la posibilidad de que sean diezmados definitivamente. O al menos acompañar para suavizar la sensación de naufragio en un mar de mierda. Nada. Siguen haciendo lo que venían haciendo: silencio mientras el enemigo avanza, armas en ristre. Tal parece que la teoría de la correlación de fuerzas (tan rechazada desde los balcones) hizo escuela, y la nueva idea es “hay que esperar a ver qué hace”.  Y ahí reside la trampa: mientras unos esperan, los otros hacen. Y esta sería una formula fantástica para que en las próximas elecciones legislativas dejemos de “festejar” que el candidato recién elegido presidente no tiene quorum propio. Porque lo va a lograr. Y lo va a lograr como logró llegar a presidente: hablando mientras los otros hacen silencio, esperando a ver qué dice.

Mirando y escuchando a los todavía sorprendidos por el éxito del nuevo presidente, recordé que hace años leía a Inodoro Pereyra, explicándole a Mendieta: “oiga, ¿Cómo es eso de que lo sorprendió la noche? Hay que ser medio pavo, porque cuando comienza a oscurecer es que se viene nomás.” Bueno, eso.

Lejos quedaron las voces que en Argentina decían “Luche y vuelve”. Lejos quedó la consigna del diputado brasilero Dante de Oliveira “diretas Já, é para já” (directas ya, es para ya”) logrando las elecciones directas en Brasil. En una nublada y eterna distancia se pierde el “patria o muerte” y mucho más allá, en la infinidad del tiempo fue a dar la pintura de Delacroix, aquella donde la libertad avanzaba guiando al pueblo. Fueron demonizadas por gente que habla frente a los silencios tan pavorosos como incompresibles mientras hoy quien guía la libertad avanza tocando una flauta que nos lleva al barranco. Y no es justo que los que tienen la obligación de defender a los vencidos ni siquiera se tomen la tarea de esbozar una idea, de decirla, de hablar, de intentar sacar algo de donde agarrarse para seguir adelante. Hay un ejército de desesperados que siguen huérfanos de casi todo, mientras nos pintan un mapa violeta que ponen a modo de alfombra bajo la cual ocultan a esos once millones, escondiendo también allí las provincias donde el peronismo ganó con resultados apabullantes, como La Rioja, Formosa, Santiago del Estero y la misma Provincia de Buenos Aires.

Pero volviendo a la elección nacional, el peronismo eligió a ciento veinte legisladores, y esos elegidos tienen la obligación de salir a defender, a hablar, porque no va a alcanzar conque los gobernadores defiendan los derechos de sus gobernados. No hay tiempo de esperar “a ver qué hace Milei”. El nuevo presidente electo viene diciendo hace dos años lo que quiere hacer y esta nueva forma de espera especulando con que no va a poder hacer lo que dijo, es una martingala para no asomar la cabeza. Hicieron campaña hablando y jugando al liderazgo, bueno, ahora que ya fueron elegidos tienen la obligación de salir, de hablar, de defender a sus votantes, porque el barranco está ahí. Y es momento de hacer y decir algo que sirva para crear una esperanza de donde sacar algo para poder salir de la tristeza y seguir adelante en medio de esta tragedia.

Y cómo dijeron el Brasil en 1985, y dio resultado: Es para ya.

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