Félix Población
Estando en general de acuerdo con lo que escribe Domínguez en su columna del diario El País, sobre todo con el desenterramiento del nacionalismo español a cuenta del procés en Cataluña (entre necios anda el juego y hasta puede que nos estemos jugando la democracia), me parece que no son turbas de pirados las que salieron a las calles con rosarios y muñecas hinchables ante la sede madrileña del Partido Socialista durante más de una docena de noches. Tampoco me parece adecuado ilustrar ese criterio con la imagen de quien, por su actitud, podría incluirse también entre esas turbas, entre las cuales -no lo olvidemos- estaban un vicepresidente en activo y una expresidenta de sendas comunidades autónomas, militantes respectivamente de Vox y el Partido Popular, formaciones políticas fraternas llamadas a entenderse con la Milei ibérica. En cuanto a la fotografía de esa señora, con una rojigualda a la espalda (no sabemos si constitucional o no), es de lamentar que ningún profesional de la información se haya interesado por la rabia de su estentóreo y prolongado grito allí donde tuvo la ocasión de darlo y ganarse con ello un lugar destacado en las redes. Faltos de esa información, hay que conformarse con la imagen viral, pero no utilizarla como ilustración a un artículo en el que se tilda de "turba de pirados" a los manifestantes de la calle de Ferraz. Más que nada porque ese tipo de gente, la de los rosarios y muñecas hinchables, forma parte considerable de la clientela de los Bolsonaro, Trump y Milei. No son turbas de pirados, no, porque la involución democrática está en marcha y siempre ha jugado históricamente a su favor. Apúntese a los Países Bajos a la lista europea.
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