martes, 3 de octubre de 2023

MUJERES DE BLANCO EN LA PLAYA DE GIJÓN EN 1933



Félix Población

La única referencia que tenemos de esta fotografía del gran cronista gráfico que fue en su tiempo Constantino Suárez (1899-1983), antes de que se le encarcelara y se le impidiera el ejercicio de su profesión durante la dictadura, es que se trata de un grupo de personas tomando el sol en la playa de San Lorenzo. Quienes aparecen sentadas son en su mayoría mujeres jóvenes y visten todas de blanco. 

Al fondo se aprecia, sobre los acantilados de La Providencia, la casa en la que residió la escritora librepensadora Rosario Acuña que dio nombre durante muchos años a aquel paraje, por entonces y muchos años después solitario, tal como lo llegamos a conocer algunos de mi generación sin saber la identidad de quien le daba nombre. Diez años habían transcurrido de la muerte de esta adelantada en pro de los derechos de la mujer cuando se hizo esta fotografía que posiblemente aglutine a un grupo de personas unidas por algún vínculo o actividad común, a juzgar por la cercanía de las sillas en las que se sientan y la familiaridad que parecen denotar las charlas, como si todas hubiesen sido convocadas para celebrar algo al sol de la tarde. 

Digo que la reunión sería vespertina por la posición de los asientos para que el sol tonificara los rostros, sin que viseras o gafas oscuras se adviertan entre el personal. Que de la instantánea, conservada en el Museo del Pueblo de Asturias, nos quedara como referencia únicamente que los reunidos toman el sol hace especialmente significativo el hecho de hacerlo vestidos, aunque ya por los años veinte había aparecido el primer traje de baño femenino moderno, conformado por una sola pieza, con escote y tirantes en vez de mangas, que cubría solo hasta la mitad del muslo. Esto último traía consigo que hubiese policías encargados de vigilar y medir el bañador para que no fuera más corto que los 15 centímetros reglamentados por encima de la rodilla. También es en esta década cuando broncearse pasó a estar de moda, después de haber sido considerado propio de las clases populares que lo hacían trabajando en el campo. 

Aun con estos cambios, nadie imaginaría entonces o en 1933 que casi un siglo después se abreviaría el vestuario de playa hasta la reducción que ahora conocemos entre las nietas y bisnietas de las mujeres que aparecen en la imagen. Era lo que a la postre pedían las playas, el mar, el aire cálido del verano y el natural impulso de liberación que fue imponiendo la vida a medida que fue menor la influencia de la moral judeo-cristiana. 

En el caso de España, hubo que soportar antes un régimen que trató de retardar ese horizonte de libertades e hizo de la mujer durante decenios una menor perpetua, bajo el dominio del padre o el marido, con prelados como el cardenal Pla y Daniel para quien era obligado que las faldas taparan las rodillas, que las mangas llegaran hasta los codos y que no se mostraran los muslos infantiles, según recoge Vicente Romero en su nuevo libro sobre la censura en la dictadura Los señores de las tijeras.

Las mujeres de la fotografía de Constantino Suárez podrían haber tenido por delante otro futuro que no fuera el del retorno a un pasado tridentino que con toda evidencia expresó una de las mujeres más importantes del franquismo, Pilar Primo de Rivera (1907-1991): "Todos los días deberíamos dar gracias a Dios -escribió la hermana de José Antonio e hija del dictador Miguel Primo de Rivera- por habernos privado a la mayoría de las mujeres del don de la palabra, porque si lo tuviéramos, quién sabe si caeríamos en la vanidad de exhibirlo en las plazas. Las mujeres nunca descubren nada; les falta el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles. La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular -o disimular- no es más que un eterno deseo de encontrar a quien someterse".

     DdA, XIX/5.461     

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