martes, 10 de octubre de 2023

AQUEL GIJÓN DE LOS SESENTA DE HORMIGÓN Y CODICIA



Félix Población

Diré siempre que crecí en una villa que se hizo ciudad a golpe de hormigón y codicia. Ocurrió esto, sobre todo, en el transcurso de mi niñez, adolescencia y primera mocedad, si bien esta última discurrió en buena medida lejos de Gijón, adonde no volví más que de vacaciones, quizá porque a medida que fueron pasando los años era menos reconocible en mi memoria sentimental.

El paisaje urbano se comenzó a transformar a partir de los últimos años de la década de los cincuenta con la construcción de los dos altos edificios que se aprecian en la fotografía, muy por encima de la altura media de las construcciones, según se puede apreciar en la amplia perspectiva aérea. El afán desmesurado de verticalidad que afectó a Gijón fue proporcional al negocio de la especulación propio del desarrollismo y de resultas del notable incremento demográfico a costa de la emigración desde el interior. La ciudad pasó de los 128.000 habitantes que figuraban en nuestros libros de texto a casi el doble en menos de veinte años.

Recuerdo haber vivido ese proceso con más desagrado del que experimentó la mayoría de los gijoneses, indiferente o incluso complacida con el hecho de que la vieja villa tendiera sin techo hacia el cielo, según el modelo de las grandes metrópolis norteamericanas, viendo en ello incluso un indicio de progreso. Creo haber tenido una mínima conciencia de ese desproporcionado y caótico crecimiento que derribó buena parte del patrimonio arquitectónico, bien fueran edificios con amplios miradores acristalados y modernistas balconadas, chalets de indianos o elegantes palacetes, de los que muy pocos se salvaron.

Goti del Sol sabe distinguir con su cámara aquel Gijón de los miradores que aún perdura

Desconozco si puede existir un memorial de agravios por ese patrimonio destruido. Lo cierto es que, tal como podemos advertir en la fotografía que ilustra este artículo, a finales de los años cincuenta había dos edificios en construcción que iban a proyectar en cierto modo el Gijón del porvenir. Así se perfila también ese futuro en una noticia de la agencia Europa Pres de finales de la década de los sesenta, en la que, basándose en círculos bien informados de Madrid, se dice que "cuanto ocurre en Gijón es que, por la especulación del suelo, se está construyendo sin atenerse a las normas urbanísticas vigentes, lo que obliga a las autoridades a intervenir precisamente en defensa de la población, que en otro caso sufrirá más tarde las consecuencias...".

El primero de los edificios que aparecen en la fotografía corresponde al que se estaba levantando en las confluencias de la calle Uría y la Avenida de la Costa, muy cerca del viejo cine Los Campos, que me parece dejó de existir en 1963 y sobre el que publicó Gesto un libro ya agotado, entre cuyos autores estaba mi estimado Juan Garay, alma mater de la cultura gijonesa. El segundo edificio se perfila medio borroso al fondo de la imagen, también en construcción, y lo llamaron de Bankunión por tener allí sus dependencias esa institución financiera. Recordarán los más viejos del lugar que jóvenes y mayores se mostraban muy ufanos de verlo crecer por aquello de superar en metros al edificio La Jirafa de Oviedo.

Al tiempo que descubrimos en la instantánea conservada en el Museo del Pueblo de Asturias los albores o negrores de esas torres de viviendas despuntando sobre un caserío que en su mayor parte era de medio siglo atrás, podemos advertir en la panorámica urbana que se nos muestra algunos de los solares y chalets que pasarán a ser pasto de aquella marejada de especulación que no se dio con tal desbocamiento en otras ciudades del norte como Santander o San Sebastián, donde sí hubo mayor sensibilidad y respeto hacia sus edificaciones históricas, y bien que lo luce sobre todo la ciudad donostiarra.

Recuerdo haber compartido con mi prima guipuzcoana Pilar Población, siendo ambos adolescentes, esta última observación mientras cruzábamos en barca de Pasaia de San Pedro a Pasaia de San Juan una noche de grata memoria y sirimiri. Fue entonces cuando conocí la que entonces se llamaba más que ahora Bella Easo, una de las ciudades más bellas ciertamente de este país, en la que tan entrañado está por adopción y cultura mi apreciado colega y admirado poeta Félix Maraña.

FOTO DE ACTUALIDAD

Han instalado caseta para la venta de castañas. Están dilucidando si se dispensarán asadas o en granizado. Goti del Sol, desde la Plaza del 6 de Agosto de Gijón.

DdA, XIX/5.467

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No estabas solo, Félix. éramos muchos más... silenciados entonces. Pero, desgraciadamente, ese "desarrollismo" ha continuado... y continúa... La casi perenne sombra del paseo marítimo sirve de ejemplo cotidiano... Recuero que, "años ha...", Gijón era ejemplo en las Escuelas de Arquitectura de lo que no se debe de hacer en una ciudad... Pero en ello seguimos... La destrucción, total o parcial, con lamentables añadidos, de la singular y ya escasa arquitectura del XIX continúa, inexorablemente parece, sin que nadie le ponga coto.
En fin, ynos queda la palabra...

Anónimo dijo...

nachofcastro

JOSÉ IGNACIO dijo...

Ese fue también el Gijón de mis primeros años (nací en el 59)... Y anque vivía alejado de la especulación del desarrollismo, en les cases de Langreo en Los Caleros de Roces (casas de planta baja con patio y huerta que hoy perviven rodeadas ya de los resultados de esa especulación más reciente en el "boom" que provocó la crisis: la urbanización "Las Lomas", Montevil 2,...), veía las columnas y plantas subir por todas partes... Y mi familia decidió ir a una de esas casas nuevas: en lo que entonces era todavía el descampado del Rastro, donde en verano jugábamos al fútbol entre vecinas que" variaban" colchones de lana... La calle, cuando todavía era de tierra, se llamó E-11, luego con los primeros alquitranes paso a San Ezequiel... Y la democratización del callejero la renombró con alientos anarquistas: Eleuterio Quintanilla.

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