Félix Población
Uno de mis viñetistas preferidos, del que a menudo suelo echar mano para ilustrar algunos artículos que publico en este DdA, es mi estimado Álvaro Noguera, que recientemente dio a la imprenta un libro con una selección de su trabajo, publicado regularmente en Diario16. Ahora prepara un segundo libro, este de carácter monográfico, que de seguro contará con la admiración del equipo de gobierno municipal de nuestra querida villa gijonesa, restaurador con la mayor de las diligencias, en el coso del Bibio, del oprobioso espectáculo de la tortura y muerte de los toros, para así hacer notar las inquietudes por la cultura que siempre caracterizaron a las derechas extremas en este país. Me parece muy oportuno que Álvaro tenga a bien reunir sus viñetas contra la tauromaquia en esa ciudad nuestra, no sólo por la necesidad sociológica de hacer fuerza contra ese tipo de barbarie -bien avanzado el siglo que corre-, sino por la impetuosa capacidad ilustrativa que tienen las ideas y trazos que Noguera propone con la originalidad de un estilo personal inconfundible. No es, sin embargo, por esa razón por lo que traigo hoy a Álvaro a este modesto diario, sino por los versos que escribió hace tres años, de un tirón y a bote pronto del sentir, con motivo del Día Mundial del Alzheimer, esa maldita enfermedad que anula en vida la vida de las personas, "una putada -dice Noguera- y una terrible injusticia, donde a la persona se le roba la dignidad, el alma y los recuerdos". Somos la memoria que tenemos, decía el poeta y escritor uruguayo Mario Benedetti.
LAS HERIDAS DE LA MEMORIA.
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