miércoles, 6 de septiembre de 2023

LA BOSCOSIDAD DE FÉLIX MARAÑA

Víctor Claudín

184 páginas editadas por Huerga y Fierro. Seguramente ya tocaba expresarme tras echarles un vistazo, y otro, y uno más. Prologadas por ese Valentin Martin de palabra ardiente y corazón abierto, que casi lo dice todo por su mirada penetrante, salvo los poemas en sí mismos. Poética de Félix Maraña.
El libro lleva conmigo, en mi mesa, desde que se presentó el seis de julio del año en curso de 2023 en el Museo de San Telmo de Donosti. Un libro de mi querido amigo (allá lejos –y tan cerca en el sentimiento- queda Kurpil, mis cuentos en Kantil, mi par de asistencias a la redacción de la revista en el hotel Londres de la Concha, con Raúl Guerra Garrido, Jorge G. Aranguren, con algún otro que no recuerdo y con el propio Félix). Entonces se llenó tanto la sala grande de San Telmo que hubo muchas personas sin espacio ni permiso para entrar. Allí estuvimos, como amigos y admiradores de la personalidad cultural y de la obra del autor leonés reconvertido en creador, y amo por tanto, del País de la Zurriola.
He ido a sus páginas sin buscar más que lo que me diera, y de él he nacido de nuevo cargadito de emoción, verdades y contrapuntos. Pura hermosura. Y he vuelto a ir mil veces, despacio, y sorbo a sorbo lo he ido bebiendo, en ratos ganados al calor canicular, y a otro. Porque cuando me perdía entre sus versos, ya no había frío ni calor ni tiempo siquiera, sólo belleza, como la que cantaba Luis Eduardo. La belleza de verdad, que a esa todavía nadie le ha cambiado el sentido ni el orden de sus letras, como han hecho con tantas otras palabras, que tan bien recupera de manera auténtica Félix.
Nunca me hubiera imaginado comentar un libro de poemas. Y no lo voy a hacer ahora. Soy prosista, si acaso, (aunque a veces esa escritura se tiña poética por un ramalazo de no sé qué es ni dónde me alcanza) y, aunque he intentado construir poemas, sólo me atreví a publicar tres o cuatro de la mano del protagonista poeta de la novela “Escrito en una ola”. Ni siquiera soy un lector frecuente de la poesía. Estoy muy fuera de ella, por mucho que la admire enteramente y, como ocurre en el caso que me ocupa, en ocasiones me turbe de emoción. Por ese hecho, y porque el autor es mi querido y admirado Félix Maraña, he decidido invitaros a la lectura de “El bosque no es un árbol repetido”, maravilloso título, que da para retozar con él durante varias vacaciones (de estío o invernales), o muchas noches en las que el desvelo os convoque a la lectura.
Ya de entrada comenzamos sabiendo que “El bosque no se encuentra en sus cabales”, presentándose de entrada como un tratado universal, empezando por el Todo, para lo que afortunadamente nos queda vida para reflexionar en su quintaesencia, amparándonos para ello en los poemas siguientes. La visión global: “Poco a poco la tierra huele a muerto”. Lapidario. Porque “Sin los ríos el mar perecería”.
Poemas sobre el dolor, la muerte, el amor, la naturaleza, la enfermedad, la amistad y sobre todo lo demás, incluido algún dios, de aquí o de allá. Una maraña de felixcidad, tanto lectora como de la otra, de la auténtica, y global, cenital.
Un poemario sobre la amistad. ¡Cómo ser capaz de reunir tantos amigos en una sola de las vidas que Félix ha tenido! Y muchísimos otros que se han quedado en el borde porque Félix es amigo de tantos, y de tantos se ha preocupado, ha querido darlos a conocer, les ha crecido…
Reflexiones sobre la muerte: “Nosotros no elegimos, nos elige”, ”Que la muerte está ahí, dile que pase”. La enfermedad: “Vivir sin mente es mi nuevo calvario”. O el desajuste del cuerpo “Ha quedado mi cuerpo repartido/ entre los cuatro vértices del viento”.
La mentira y la verdad en este tiempo cruel donde nos ha tocado deshidratarnos: “Me duele la verdad a todas horas/ la mentira me ahoga ferozmente,/ la mente se desgasta con presura”. ¿Hay más verdad? No hay más verdad, parece, que la que duele. Y esta te conduce a su desgarro.
También cabe, necesariamente, el homenaje feliz a esa mujer que es su compañera y que se llama Koro: “no sería yo sin lo que tú me has dado,/ brebaje de una pócima que cura”.
“Renuncia a la nostalgia del pasado,/aparta de tus verbos lastre oscuro,/ disponte a otra vivienda por traslado/ y vive la nostalgia del futuro”.
“La nostalgia del futuro”… ¡Cuánto he pensado en ello, en que es cierto que añoramos lo que quisimos y no tenemos, o lo queremos y no vamos a tener, o lo que hemos perdido antes de ser. Hay que ser Félix, a quien aún no adivino cómo definir, para decirlo tan directo, tan sencillo, tan en carne viva, en un poema tan bello.
Impecable ese poema titulado “Patria”. Hay que leerlo entero para saborear lo que el poeta nos trasmite de ese concepto tan manoseado, tan escupido, que finalmente tiene sentido dependiendo de cómo se entienda. “Esa es la patria que a vivir prefiero”.
No se puede separar este libro de sonetos y soñetos de la persona, del individuo que es Félix Maraña, es su expresión, o una de ellas, porque Félix es multifacético. Ese tipo que cuando te cruzas con él por su calle, o por otras calles del barrio, o en mil otros enclaves mundiales, lo paras para saludarle con afecto y preguntarle por su salud, por algún trabajo, por el sentido del artículo publicado ese mismo día. Por ejemplo. Y él se detiene y bamboleante, sin prisa, te lo cuenta, resultando una delicia volverlo a escuchar otra mañana más, eternamente.
Entonces, poemas y ser vivo, carne, palabras, huesos, ideas, sonrisas, sentencias y sentimientos, te permiten consolidar la imagen que creíste descubrir en su día: la de un gran hombre, fértil, amable, amigo, desbordante de palabras, de propuestas, de brazos abiertos dispuestos al abrazo, del jugo de mil vidas. Sí, y de amor. Confidencias y reflejos que conforman una personalidad que quien conoce, ama. Estos poemas desbordan a Félix, y consienten penetrar su esencia de hombre bueno, bueno y valiente, sin disfraz, contundente.
Del libro dice Valentín: “Y hondo, febril, corrosivo y cardal es este libro que he tenido la fortuna de leer”. Y yo también, y cualquiera que lo tome en sus manos y lo penetre sin reservas. Un libro con humor, con magia, un conjunto que constituye un juego, el juego de la creación, que es la vida cuando se vuelve intensa, pero al tiempo, frugal, definitivamente grande, feliz.
Y hay que percatarse de lo único que hace Félix Maraña aquí, en este pelotón vegetal hermosísimo: escribir palabras, y situarlas con un orden determinado, adjudicar un peculiar ritmo a las frases que componen, que suelen coincidir con versos, seguramente abiertos, para compartir. Palabras tejidas unas con otras hasta componer imágenes y emociones, también argumentos, que nos descubren ámbitos, universales y humanos, tan universales y tan humanos que hasta cualquier lector puede verse comprometido por ellas, esas imágenes y emociones, y entonces descubrirse, y hasta descubrir que hay otro universo, el de Félix, incluso el de cada uno de sus lectores. Palabras, versos, sonetos, sueños, eternamente con la mano tendida y el ojo avizor, el resquemor crítico ante un bosque que él reclama no ser una suma de árboles individuales, similares.
Todo eso porque tal vez “El mar viene descalzo a toda hora”.
Que este pobre intento de expresión sirva al menos como invitación a un universo poético y humanista que, inevitablemente, también puedes sentirlo tuyo si abres esas páginas tan delicadas y hermosas. Libro frondoso. “Son dejes de libertad/ de verdad acumulada/que revelan todo y nada:/son la vida, en puridad”. Yo voy a seguir regresando una y otra vez a estas páginas amantes.
Por ejemplo.
Leed, os resultará gozoso, pero igualmente motivo para reflexionar, y hasta para sentir. Lo tiene todo.
El bosque no es un árbol repetido. Félix Maraña. Huerga y Fierro editores.

DdA, XIX/5.436

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muchas gracias a Víctor Claudín y a ti por difundir esta información sobre mi nuevo libro de poemas. Gabriel Celaya, poeta y sin embargo amigo, solía decir que 'la poesía crea amistad ". Un abrazo.

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