viernes, 4 de agosto de 2023

UNA IMAGEN MUY ARBOLADA DE LA CALLE DE ALCALÁ EN 1861


Félix Población

Un año después de que fuera captada esta imagen desde la Puerta de Alcalá (1861), en la que vemos una perspectiva de esta calle internándose en el centro de Madrid, llegó muy joven a la Villa y Corte (por entonces de Isabel II), para estudiar Derecho, el escritor canario Benito Pérez Galdós, que tantas páginas firmaría ambientadas en la capital del reino, hasta el punto de conocerse una parte del corazón de la ciudad como el Madrid galdosiano. 

Este mismo escenario urbano de la imagen que ilustra este artículo lo conoció y describió con detalle el primer cronista oficial de Madrid, Ramón de Mesonero Romanos, autor de varios libros sobre la historia de la ciudad, entre ellos uno titulado El viejo Madrid, publicado precisamente en 1861, y que recuerdo haber leído en la Biblioteca Nacional, junto a sus Escenas y tipos matritenses. Tanto uno como otro escritor  ocuparon mis tiempos más intensos de lectura, en los primeros años setenta, cuando llegué a Madrid para estudiar Periodismo en la Universidad Complutense y me propuse conocer a fondo sus escenarios históricos y literarios. 

Otro de los que deambuló por aquella Villa y Corte del periodo de Isabel II fue Gustavo Adolfo Bécquer, el poeta romántico al que debo mi primer interés por la literatura con doce o trece años. No puede faltar tampoco en esta mención el poeta posiblemente más celebrado de nuestra historia literaria, José Zorrilla, que se dio a conocer como tal en el entierro del escritor suicida Mariano José de Larra. Zorrilla también llegó muy joven a Madrid, procedente de su Valladolid natal, y nos legó, además de su archiconocida obra dramática Don Juan Tenorio, un libro que también mereció mi atención por su carácter memorialista, Recuerdos de un tiempo viejo.

Todos estos autores citados, por haberlos leído a fondo, transitaron por calles de Madrid como esa de Alcalá, tan arbolada, en la que -según quienes nos facilitan la imagen- aparecen en primer término, a la derecha, las instalaciones del Pósito de Harina, que vendrían a ocupar, más o menos, la acera de los viejos cafés Lyon y la Cervecería de Correos, cuya memoria literaria es reconocida. En 1861, según he podido leer, las instalaciones del también llamado Pósito de la Villa, edificadas en origen en 1661 como Fábrica de Moneda, eran desde mediados del siglo XIX un cuartel de ingenieros, derribado en 1869. Mientras fue Pósito de la Villa, constaba de varios edificios: una alhóndiga, destinada a la compra y venta de cereales; una tahona para la cocción y venta del pan; el Peso de la Harina, destinado a esa función, y un mesón en el que se hospedaban los compradores y vendedores con sus respectivas caballerizas.

En la acera de la izquierda según observamos la imagen, es de advertir una mayor arboleda, pues hasta ahí se extendía el Parque del Retiro. Todavía no había sido levantado el carismático Palacio de Comunicaciones, como tampoco estaba en pie el de Linares, más abajo del viejo pósito, y cuyas obras de construcción se iniciaron en 1877, asomando ambos edificios hasta el día de hoy a la futura Plaza de Cibeles, que en 1861 se llamaba Plaza de Madrid, y entonces estaba orientada más a la derecha, en el lateral del Paseo de Recoletos. 

Casa del Ataúd

En el mismo frente de la calle, siguiendo la arboleda de la derecha, aparece, muy borrosamente en la confluencia con la Gran Vía, entre la de Alcalá y la calle Caballero de Gracia, la que los madrileños de la época llamaron con razón geométrica Casa del Ataúd. El nombre se debe a la estrechez del edificio, con una sola ventana en el chaflán, cuya medida no llegaba a los cinco metros. En 1861 sólo llevaba un decenio desde su construcción y fue concebida en su totalidad para habitaciones de alquiler. El edificio fue de los primeros en ser derribado  para la ampliación de la Gran Vía. En su lugar se levantó el conocido Edificio Metrópolis, inaugurado en 1911, y obra de los arquitectos franceses Jules y Raymond Février para la compañía de seguros La Unión y el Fénix, cuya cúpula dorada está cubierta con pan de oro de 24 quilates, sobre la que vuela la figura de la Victoria alada de Federico Coullaut-Valera.

Muy cerca de la Casa del Ataúd, y bien visible hacia el cielo madrileño, se distingue  la gran cúpula del entonces convento de la Concepción Real, perteneciente a las monjas comendadoras de la Orden de Calatrava, que databa del siglo XVII. En 1861 sólo le quedaban siete años de vida, pues durante el llamado Sexenio democrático (1868-1874) el convento fue derribado, al haber quedado medio vacío desde la desamortización de Mendizábal en 1836. Sí permaneció hasta nuestros días la iglesia, gracias a la intervención de Manuel Silvela en el Congreso durante un debate celebrado el 9 de marzo de 1870. 

Recuerdo haber vivido y trabajado en Madrid casi siempre en calles con árboles, algo que al día de hoy se ha puesto muy difícil. Entonces, tanto en un caso como en otro, elegía el árbol más próximo a mi domicilio o lugar de trabajo para regarlo en los días más calurosos del verano, a falta del riego regular que no le daban los funcionarios municipales. Los árboles siempre me lo agradecieron con el verdor de su fronda y estatura, en contraste con las de los demás. ¿Qué habrá sido de ellos en ese Madrid actual cada vez más inhóspito y menos verde?

       DdA, XIX/5.411      

1 comentario:

Anónimo dijo...

Precioso artículo!!!

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