Félix Población
Situado en la ladera sur de la Acrópolis de Pérgamo, el teatro del mismo nombre ubicado en territorio turco, es una de esas deudas viajeras que no me perdono, sobre todo por haber estado en Turquía varias veces y haber apetecido ese viaje interior, sin posibilidad de llegar a hacerlo. Por eso no tuve oportunidad de comprobar la acústica de ese gran teatro, algo que teniendo en cuenta los 10.000 espectadores de su aforo ha de ser verdaderamente impresionante, si es la que se presume para ofrecer espectáculos.
Hasta 80 escalones de 74 centímetros de ancho separan al escenario de la parte más alta de teatro, con una pendiente de 30 grados. Las últimas gradas están situadas a 36 metros de altitud. Así lo quiso el rey Eumenes II en el siglo tercero antes de Cristo, en pleno periodo helenístico. tiempo en que se construyó. Entre esa centuria y la segunda antes de Cristo, Pérgamo, situada al noroeste de Asia Menor, fue la capital de la poderosa dinastía helenística de los atálidas. Destacados mecenas de las artes y las ciencias, sus reyes crearon una biblioteca que se podía comparar con de Alejandría, la más importante de la antigüedad y una sobresaliente colección de arte griego clásico.
La acrópolis de Pérgamo, en su época de mayor esplendor, estaba coronada con templos, palacios, gimnasios y, sobre todo, con el famoso altar de Zeus y sus colosales figuras. Sin embargo, la ciudad vivió a partir de la época bizantina un largo declive, hasta el punto de que desde la conquista turca el lugar quedó prácticamente olvidado. Ubicada frente a la isla de Lesbos, la acrópolis de Pérgamo tuvo por empeño en su periodo de mayor esplendor el de competir y superar incluso la Atenas de Pericles. Para ello contaba con una privilegiada situación geográfica en la ruta comercial marítima del Mediterráneo, una industria boyante de manufacturas de pergamino y suficientes infraestructuras para dar acogida y hospitalidad a los artistas que se afanaban en desarrollar sus aptitudes más allá del estilo clásico.
Es de suponer que con todos estos alicientes, muchos de los millones viajeros que cada año visitan la populosa y singular ciudad de Estambul prolonguen su estancia en el país para llegar hasta la acrópolis de Pérgamo. No ha sido mi caso, aunque no descarto una nueva visita a la capital turca -siempre atrayente para quien la haya conocido y guarde grata memoria de su estancia- en la que cumpla por fin mi deseo de saber qué acústica hay en aquel gran teatro. Me pregunto si puede competir en acústica con el Epidauro de Grecia, situado en la península de la Argólida, al noroeste del Peloponeso, donde estaba el santuario de Asclepio, y en el que hasta los suspiros se podían escuchar en la más altas de las gradas.
Me pregunto si, tal como ocurre en el teatro griego, se siguen ofreciendo espectáculos en el de Pérgamo, como sería de esperar para un mayor motivo de atracción turística.
DdA, XIX/5.426
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