El fútbol profesional español, todo, es una empresa privada cuyo único fin es la consecución de un superávit económico. Como tal empresa privada se rige por una ley hecha a su medida. Pero es una empresa privada, incluyendo la Federación, que se beneficia del título de "empresa privada de interés publico".
Y se beneficia, no sólo de presupuestos públicos. Se beneficia de los honores de representar al país en sus triunfos deportivos, arrogándose la representación de todos los españoles. Que el presidente de la Federación era un impresentable lo sabía todo el mundo. Pero también lo era el jefe del Estado y lo sabía todo el mundo, pero se lo callaba. El gobierno, todos los gobiernos lo sabían, pero no han hecho nada, porque tocar el opio del pueblo es peligroso para el equilibrio propio.
En las canchas de fútbol se cometen todos los días delitos. Pero el poder ya nada puede hacer contra el opio del pueblo.
El fútbol, el fútbol de Piqué y Rubiales y sus negocios de Arabia Saudí, no me representa. Me representan los mejores valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Constitución del 78, sea mala, buena regular, según quien abra la boca. Y esos valores no se ejercitan en la cancha.
Veo a veces fútbol, pero apago el volumen de la TV. No es saludable oír la contaminación acústica de los llamados comentaristas.
Vi la final del mundial femenino. Las mujeres juegan muy bien al fútbol. No como dice el filósofo Borrel, sino que juegan mejor que los hombres. No escupen, no se lian a puñetazos, no hacen gestos vulgares.
Y apagué el volumen de los comentarios, porque la comentarista del Mundial ya grita como los hombres.
Afortunadamente, las futbolistas profesionales, de momento, no se parecen en nada a quienes dominan las estructuras del negocio del fútbol.
De momento, porque las futbolistas inglesas pisotearon a conciencia el empeine de las españolas en trece ocasiones.
Los presidentes de la federación han sido gente oscura y mafiosa, a quienes el poder político ha dejado campar a sus anchas.
Limpiar todo eso es un imposible, como pedir a algunos, muchos, casi todos los aficionados del estadio que no insulten a la mujer y a la madre del árbitro, ni a los antepasados de las árbitros.
Los impresentables de la federación nombrarán a uno de los suyos y seguirán dominando el gran negocio del fútbol profesional.
Y el próximo año irán a jugar la final de la copa de España a Arabia Saudí.
Sin duda para llevar la democracia a Arabia Saudí, como dijo el demócrata Rubiales.
Entre demócratas de esa calaña anda el juego.
El ministro Iceta estará en el palco, bailando. Pero vete tú a saber.
P. S.: Por cierto, algunos titulares de los periódicos y emisoras de estos días, incluidos los del más famoso, sí, ese, dirigido por una mujer, confirman que la mentalidad delincuente no está mal vista en los tuétanos de la opinión pública y publicada de España.
DdA, XIX/5.428
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