sábado, 26 de agosto de 2023

EN EL MOLINÓN, COMO OBJETO Y DESEO DE ESPECULACIÓN, SÓLO NOS QUEDA REZAR

 


Vicente Bernaldo de Quirós

Ignoro si el máximo accionista del Sporting, Alejandro Irarragorri, es un católico ultramontano de su México natal, pero al dueño del Sporting se le ha ocurrido la idea de que los jugadores del equipo debatan si procede o no rezar en el vestuario, como si el asunto de la religión fuese una cuestión unitaria en un club de futbolistas de muy distinta procedencia y de credos dispares. Pero ya veis, ha abierto el molón y seguro que sus sugerencias serán atendidas por los jóvenes atletas del once local.
Lo peor de esta recomendación no es el ataque a las creencias personales de cada miembro de la plantilla, que ya tiene delito, sino el mensaje que manda a la afición que sueña todavía, ingenua y despreocupada, con un ascenso a la División de Honor del fútbol español, de la que los rojiblancos llevan alejados unos cuantos años. El subconsciente del dueño del equipo es que solo nos queda rezar, porque los resultados deportivos y las estrategias del entrenador sirven para bien poco.
Estoy convencido de que a Irarragorri le importa un rábano si el Sporting asciende a Primera o si se queda vegetando en la categoría que ahora le han asignado los datos de la temporada pasada, y de la otra. Lo que quiere el representante del Grupo Orlegui es hacer negocio y sacar beneficio de la fuerte inversión realizada al comprar las acciones del anterior propietario y que le hacen ser el principal accionista de la sociedad.
Y a mí me parece estupendo que el presidente del Sporting quiera hacer negocio y lo haga, porque, en teoría, eso no sería malo para el club. El único obstáculo que debería ponérsele es el hecho de que está gestionando patrimonio de la ciudad, cómo son los terrenos de Mareo y el estadio de fútbol de El Molinón, ambas propiedades del ayuntamiento de Gijón y, por tanto, de todos los que viven y pagan impuestos en esta población.
A un servidor le mosquea que el grupo Orlegui no haya querido recomprar los terrenos de Mareo, cuando le han puesto facilidades para ello, pero tiene planes de lo más sugerente para sacarle provecho a esa joya de las afueras de la ciudad que podrían reportarle suculentos beneficios, porque, claro, las ganancias las querrá todas para su sociedad.
Pero me chirría más todavía sus planes para el estadio de El Molinón, por el que paga el dispendio de un euro al año, lo que no es para arruinar a nadie. Y quiere aprovechar que, en 2030, el Mundial de futbol puede celebrarse en España, con plaza para Gijón, para proyectar un ejercicio de elucubraciones que consisten en mover el campo de fútbol y aprovechar el terreno que queda para que se instalen unos cuantos negocios que, obviamente, serían tutelados por los Orlegui'boys.
Aquí quiero llamar la atención de nuestros representantes municipales, con la alcaldesa Carmen Moriyón, a la cabeza, para que no se dejen seducir por cantos de sirena y se nieguen a toda costa a que el campo municipal sea objeto y deseo de especulación, porque si lo hace se convertirá en la primera autoridad municipal en muchos años que hizo dejación de sus funciones y desvistió el patrimonio deportivo de la ciudad.
Yo pienso que cuando Irarragorri plantea que los jugadores recen en el vestuario es porque tiene en mente encomendarle a Santa Rita, abogada de imposibles, el tortuoso fin de que sus deseos empresariales e inversores le salgan estupendamente bien. Pero para hacer negocios, hay que tener en cuenta a todas las partes y que se consigue más dinero en Primera que en Segunda. Que se lo digan al Deportivo de La Coruña.

DdA, XIX/5.428

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