martes, 11 de julio de 2023

UN DABATE INFUMABLE CON DISEÑO NEFASTO DE ATRESMEDIA

Este Lazarillo tiene la sensación, no habiendo visto en su totalidad el debate de ayer entre Sánchez y Feijóo en Atresmedia por incompatibilidad con el diseño/espectáculo propiciado por los directivos de ese canal permitiendo las interrupciones constantes de los intervinientes, que estos cara a cara, a medida que nuestra democracia se degrada con el uso y abuso del bulo, se degradan asimismo cada vez más. Tal como indica Tecé en su artículo, lo de ayer noche no fue debate sino un show infumable cuyo diseño se debe agradecer a Atresmedia. El debate fue sólo ruido, falto en todo momento del papel de moderadores que les corresponde a los presentadores del mismo, serviles al dictado de la casa. Por algo Fejóo únicamente quería debatir en el plató de Atresmedia y no el de la televisión pública, en la que a lo mejor hubiéramos tenido un epílogo de analistas más plurales. 



Gerardo Tecé

Si alguien había olvidado lo que era el bipartidismo, anoche tuvo la ocasión de recordarlo. Por no hacer perder más tiempo del que ya perdieron quienes se sentaron frente al televisor para ver el cara a cara entre Sánchez y Feijóo, mandarles un abrazo solidario y decirles que estarán de acuerdo conmigo en la importancia de los debates televisados entre candidatos. Es decir, en permitir que el ciudadano asista a un intercambio de posturas políticas –a ser posible presentadas una tras otra y no una sobre otra– en las que los representantes de las distintas sensibilidades de la sociedad, que son más de dos, dejen claras sus visiones de la vida en común. Si usted perdió el tiempo anoche, ya puede ir en paz, como dicen en las previsibles misas, que son más enriquecedoras y entretenidas que lo vivido anoche.

Si usted tuvo la suerte de perdérselo, quédese y le cuento, que va a descubrir la suerte que tuvo. Lo de anoche nada tuvo que ver con un debate, ni tampoco con un cara a cara, sino con un show infumable cuyo diseño deben agradecerle a Atresmedia. Tras seis encuentros en el Senado en los que el líder del PP salió derrotado por KO frente a Sánchez, el único de los debates al que aceptó acudir fue el presentado –que no moderado– por Vicente Vallés y Ana Pastor, ahora entendemos por qué. El formato, diseñado por los mismos tipos que crearon los subwoofers que retumban en los maleteros de los coches, fue solo ruido. Ruido, eso sí, cronometrado por árbitros de la ACB a los que, según las estatuas que ejercían de presentadores, casi no hubiera hecho falta llamar, ya que los candidatos se gestionaron estupendamente sus tiempos para hacer ruido, interrumpirse y convertir aquello en un gallinero sin sentido. La principal conclusión es que todo dinero invertido en micrófonos que se apagan cuando el turno de palabra lo tiene el otro es dinero invertido en salud democrática. En un tiempo marcado por el ruido, este tipo de micrófonos deberían presidir las rotondas.

En el PSOE alguien gritó Houston tenemos un problema cuando, tras el primer bloque, el económico, Sánchez no sólo no salió ganador, sino que se mostró nervioso e inseguro a pesar de llevar bajo el brazo certezas como el mejor dato de empleo histórico, una economía que crece por encima de la media europea, un salario mínimo nunca antes visto o una inflación por debajo de la que tienen los países de nuestro entorno. ¿Cómo alguien que lo tiene todo a favor para resultar ganador sale de los nervios? Muy sencillo: no teniendo la posibilidad de hablar. Feijóo, que sabía a qué formato había dicho que sí, fue quien dio arranque al festival de las interrupciones y el micrófono que habla sobre el otro. Sánchez, en lugar de pedir auxilio a los maniquís, decidió que, si en El Hormiguero pudo imponerse elevando el tono de voz, aquí funcionaría la misma estrategia. Un error. Pablo Motos iba sin carteles con gráficos, pero Feijóo llevaba una carpeta completa con la que demostraba, mostrándola a cámara, que usted y yo vivimos a día de hoy en la Somalia de los años 90, que el paro es un desastre, que la economía se hunde y que Sánchez mató a Manolete. Harían bien los organizadores de estos formatos en poner a los árbitros a revisar el material que los candidatos meten en el terreno de juego igual que revisan que los jugadores no usen anillos o tacos no permitidos. Dónde va usted con esa gráfica manipulada y dispuesto a enseñarla a cámara, traiga para acá, queda requisada. Cuando eso pase, cuando los periodistas hagan de periodistas y no de maniquís, tendrá sentido que sean medios de comunicación quienes organicen estos encuentros. Mientras, el descampado en el que los subwoofers retumban en los maleteros de los coches sería un lugar igualmente válido y menos costoso.

Eso es mentira. Esa fue la frase más repetida por ambos candidatos tras las breves palabras que se le permitían al rival. Seguido muy de cerca por usted miente y en tercer lugar por no les mienta a los espectadores. Es decir, asistimos anoche a un acto político en el que el indeciso, supuesto Santo Grial al que persiguen ambos partidos y que debía decidir la orientación de su voto en función de las conclusiones sacadas del cara a cara, lo que decidió fue pedir la nacionalidad portuguesa. Tampoco entiende a los portugueses, pero al menos ellos saben preparar el Bacalhau à brás. Mientras los candidatos a presidir este país se hacían mutuamente enmiendas a la totalidad, los maniquís, que intervenían de vez en cuando para recordar que aquello no era el descampado que hay frente a la discoteca Scorpio, aplaudían lo bien que ambos se estaban gestionando la absoluta nada, según los cronometradores oficiales de la ACB que, a cierta hora de la noche, ya tenían claro que aquello no estaba bien pagado.

Que el encuentro estuviese dividido en bloques era muy útil para intuir que eso que no podíamos escuchar por las interrupciones no era ya la parte de economía, sino la de política institucional o política de pactos. En este asunto, estrella de la campaña y por tanto colocado en el tramo final al que pocos llegaron –recordemos que Feijóo dijo sí a Atresmedia–, el líder gallego respondió a la pregunta de si haría ministro a Abascal recordando que en estos días se cumple el 26 aniversario –cifra redonda– del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Ya que se lo perdieron les ahorro el mal rato. Feijóo, que podría convertirse en presidente de España con el único mérito de haber permanecido callado mientras una acusación interna de corrupción en su partido le costaba el cuello al denunciante, no olvidó que vivimos no ya en tiempos líquidos como decía Bauman, sino directamente diarreicos. Por esto, a pesar de que hace solo unos días el PP que quedó segundo en Extremadura pactó con Vox para arrebatarle la presidencia autonómica al PSOE, que fue la lista más votada, el gallego no se cortó un pelo y le propuso a Sánchez un pacto para permitir que el más votado gobierne. Los maniquís se miraron, tentados de interrumpir aquello con un “pero vamos a ver, señor Feijóo”, pero en lugar de eso se susurraron una vez más al oído lo bien que se estaban gestionando los propios candidatos lo que sea que fuese aquello.

Feijóo ganó el debate. Lo hizo porque el cara a cara que Sánchez necesitaba para desmontar años de bulos contra el socialcomunismo no se dio, ni él fue capaz de propiciarlo la noche clave. Ganó Feijóo porque, ante la falta de argumentos y la ausencia de un mínimo tablero de juego sobre el que discutir hechos verificables, el responsable de la sección de caballeros de El Corte Inglés que en la barra del bar le discute a la tele se impuso al tipo que sale en la tele sobre el rótulo de presidente desgastado por años de oposición mediática. Uno de mis momentos favoritos de la noche sucedió fuera de ese plató. En el estudio de Onda Cero, perteneciente al mismo grupo mediático de Atresmedia, los mismos tertulianos de derechas que llevan años asegurando que la economía española es un desastre, celebraban en el descanso del cara a cara que Feijóo hubiese salido airoso de ese bloque económico, ya que, en teoría, era en el que más cómodo debería haberse sentido el presidente. Por qué dijeron anoche que debería haberse sentido cómodo el presidente en ese bloque si la economía es un desastre, preguntaría algún oyente de Onda Cero si no supiésemos todos de qué va esto.

CTXT  DdA, XIX/5.391

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