viernes, 7 de julio de 2023

JUANITA Y LOS "MACHO MEN"

 

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Armando Nosti

Conocí a Juanita cuando llegué al campamento de Viator para hacer la mili. Coincidimos en la misma compañía. Juanita era menuda, pizpireta, siempre alegre. Juanita era bailaora, tenía en el petate una bata de cola que guardaba como un tesoro, en la vida civil se ganaba la vida como costurera mientras esperaba triunfar en los tablaos. Todos la queríamos, había unos pocos garrulos que intentaban disfrazar su miseria riéndose de ella, pero Juanita era más sabia que todos ellos. También había tres cabos primeros, incapaces de ascender a sargento porque en el examen les preguntaron cosas tan difíciles como cual era la capital de Perú. Una noche, los cabos se aburrían en su cuarto y pensaron que era buena idea despertar a Juanita para que les hiciera algún trabajo sexual. Los pillaron. Al día siguiente los cabos primero fueron expulsados del ejército sin honores que nunca tuvieron. A Juanita, que era la víctima, un macho man chusquero, con estrellas de capitán, veterano del Sahara, le dio hostias hasta en el carnet de identidad, le partió una ceja y le dejó la cara como un pan. Juanita no pudo defenderse, había diferencia en el físico, pero sobre todo en el uniforme, no dijo ni una palabra, ni una queja, ni un gemido, tal parecía que estaba acostumbrada a finales como aquel, que lo tenía asumido como algo natural. Juanita se pasó los días que quedaban de campamento en el calabozo, salió para jurar bandera y después se fue destinada a Melilla, a Regulares. Juanita tenía más dignidad en una uña que aquel castrón con todas sus medallas.

Volví a verla en Melilla, estaba contenta, era machaca de la mujer de un oficial que la trataba bien y sobre todo, bailaba. Bailaba en las fiestas privadas que los militares y sus familias se montaban. Bailaba en las fiestas patronales de las distintas armas. Se la disputaban. Es el último recuerdo que tengo de Juanita, no sé qué fue de ella, puede ser cualquier cosa, han pasado cincuenta años. Todo esto ocurrió porque en un papel oficial, Juanita era Juan.

En estos cincuenta años las cosas van cambiando, pero poco, muchas Juanitas y Juanitos se han quedado en un camino que aún está lejos del fin deseable. Se han agrupado en un colectivo para luchar unidos por sus derechos, pero mientras partidos financiados con dinero público retiren sus banderas, a las que califican de trapos, de la casa de todos o asociaciones con financiación desconocida, pero sin límite, ofrezcan terapias de curación, los avances serán mínimos. Es una guerra que tenemos que ganar entre todos, y tenemos que librarla por todas las vejaciones, palizas y muertes que estos colectivos han sufrido y siguen sufriendo.

Mientras, un macho man presume de no celebrar el día del orgullo gay porque es heterosexual, y sus cachorros agreden en manada e impunemente a cualquier persona LGTBI. Las fotos que macho man prodiga en sus redes para presumir de hombría son cuando menos sospechosas, ¿Es necesario tanto alarde o tiene algo que ocultar? Lo que sí está claro es que este macho al servicio de quienes dieron el golpe de estado del 36, odia todo lo que no sea su credo y que le han fabricado un partido con el único fin de llevarnos de vuelta a las cavernas, de quitarnos todos los derechos conquistados a todos. Y el Partido Popular, encantado de que alguien le haga el trabajo sucio, ya no tiene reparos en reconocer que son cuñas de la misma madera, y que cuenta con ellos.

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