lunes, 31 de julio de 2023

DONDE LA BISABUELA ISABEL LLAMABA A FRANCO "PATUQUES"

Lo raro de esta croniquilla de la intrahistoria gijonesa, amigo Goti, cuya veracidad no pongo en duda, es que la bisabuela Isabel y su compaña de tertulianas a voz en grito no acabaran algún día detenidas por la autoridad, tan celosa de la fama y buen nombre del dictador. ¡Cuánto daría este Lazarillo por una grabación de aquellas pláticas en pleno tiempo de silencio! Otras habría que glosar, si bien de carácter mucho más discreto en la intimidad de los hogares, como las que perduraron bastantes años después de la posguerra.

Manuel Goti del Sol

La historia acostumbra a componerse a través de los grandes acontecimientos y personajes que intervinieron en la misma. Sucede que hay otra historia, la de las pequeñas cosas y personajes anónimos que también fueron fundamentales en el desarrollo histórico. En la vida de cada uno abundan estos últimos, aquellos cuyo alcance no va más allá del entorno familiar o de amistad.
Para mí ese banco, más concretamente el lugar que ocupa en los Jardines de la Reina de esta villa marinera, pues el que fue testigo de lo que relato ya no está por razón del tiempo transcurrido, forma parte imborrable de mi pequeña historia. Cuando era un niño, mi madre me lo señalaba a la vez que me citaba el nombre que le había adjudicado, "el bancu de los acusaos". Resulta que una vez concluida la guerra, en el mismo se citaban a primera hora de la tarde mi bisabuela Isabel y otras mujeres mayores, entre ellas la suegra de Paco Ignacio Taibo padre, o I como se le acostumbra a denominar para diferenciarlo de su hijo, también escritor. ¿Y para que se reunían aquellas buenas señoras? Pues nada más ni nada menos que para hablar mal del Vigía de Occidente, el general ferrolano. Lo hacían tan a voz en grito, seguramente a causa de la deficiencia auditiva propia de la edad, que mi tía Leo, que era la jefa de costura en el taller de mi tío-abuelo Ramón Argüelles, un acreditado sastre de la época y cuyo negocio se encontraba en la calle de la Trinidad frente al banco, escuchaba con claridad las exclamaciones de las adorables viejecitas, entre ellas las de mi bisabuela llamándolo "patuques". Esto a principios de los años cuarenta. ¿No os parece que es una anécdota que debe permanecer en la pequeña memoria histórica?

DdA, XIX, 5.406

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